OPINIÓN DEL LECTOR

Casitas rosas

Vivimos en La Malva-rosa, en la calle de Padre Antón Martín, en la zona conocida como Casitas rosas, que según datos de prensa, es uno de los puntos de mayor consumo y venta de drogas de Valencia.

El motivo de la carta es alertar del deterioro de esta zona y dar a conocer a las autoridades la realidad de, otrora, uno de los barrios marítimos con más solera. Su mala imagen influirá muy negativamente en la ciudad de Valencia y de la Copa del América.

En los años 60 y 70 era un barrio de gentes humildes pero trabajadoras y cívicas. En los veranos, los mayores y los niños bajábamos a...

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Vivimos en La Malva-rosa, en la calle de Padre Antón Martín, en la zona conocida como Casitas rosas, que según datos de prensa, es uno de los puntos de mayor consumo y venta de drogas de Valencia.

El motivo de la carta es alertar del deterioro de esta zona y dar a conocer a las autoridades la realidad de, otrora, uno de los barrios marítimos con más solera. Su mala imagen influirá muy negativamente en la ciudad de Valencia y de la Copa del América.

En los años 60 y 70 era un barrio de gentes humildes pero trabajadoras y cívicas. En los veranos, los mayores y los niños bajábamos a la calle en las cálidas noches, con sillas y buenos bocadillos, a sentarnos en la acera para refrescarnos y charlar. Los abuelos jugaban a las cartas en un gran patio que se comparte con calle de Padre Pedro Velasco, bajo la sombra de una palmera que todavía existe.

Hoy este gran patio interior es un gran estercolero donde se acumulan toda clase de basuras e inmundicias: colchones viejos, enseres de desecho, restos orgánicos y basuras de todo tipo. Acumulación provocado por la falta de educación de personas que han venido en los últimos años a poblar estos lares, atraídos por la impunidad reinante y por la mala gestión del Ayuntamiento, que ha tomado este barrio como otro cajón de sastre donde aparcar a las personas marginales desde el punto de vista social y cultural.

Las calles, plazas y solares son de lo más sucio y decadente de nuestra ciudad: jeringuillas, orines, consumo y venta de droga, peleas, inseguridad. En junio tuvieron que intervenir los antidisturbios para disolver a familias enfrentadas a tiros.

Se nos hace muy difícil habitar en un sitio en el que no podemos vivir en paz; nos da vergüenza que vengan a este barrio familiares y amigos a visitarnos. Nuestras autoridades deberían tutelar que los ciudadanos podamos vivir en paz y dotar los recursos que salen de nuestros impuestos para mejorar la calidad de vida de las personas..

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