TENDENCIAS DEL CÓMIC

Cine y cómic, la minoría mayoritaria

HOLLYWOOD HA encontrado un filón en un arte minoritario para alimentarse de las grandes mayorías. Sobre esta paradoja pivotan hoy día las relaciones entre el cómic y el cine, una unión que, desde el Superman de Richard Donner, en 1978, ha dado inmensos frutos comerciales sin apenas agradar el paladar de los que buscan en las salas algo más que un rato de ocio. No obstante, detrás del contrasentido anterior se esconde la razón que finalmente lleva a los ejecutivos de un alicaído Hollywood a insistir una y otra vez en el cine de superhéroes (y sus secuelas): no necesitan dar a conocer el ...

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HOLLYWOOD HA encontrado un filón en un arte minoritario para alimentarse de las grandes mayorías. Sobre esta paradoja pivotan hoy día las relaciones entre el cómic y el cine, una unión que, desde el Superman de Richard Donner, en 1978, ha dado inmensos frutos comerciales sin apenas agradar el paladar de los que buscan en las salas algo más que un rato de ocio. No obstante, detrás del contrasentido anterior se esconde la razón que finalmente lleva a los ejecutivos de un alicaído Hollywood a insistir una y otra vez en el cine de superhéroes (y sus secuelas): no necesitan dar a conocer el producto, molestarse en explicaciones ni encabezar el reparto con estrellas; aunque la mayoría de los presumibles espectadores no haya visto un cómic ni por el forro, todos sabemos desde siempre quiénes son Spiderman, Batman o los cuatro fantásticos. Algo en lo que Europa también ha incidido a través de taquillazos como la meritoria adaptación española de Mortadelo y Filemón o las nefastas francesas de Astérix.

El cine de superhéroes viene a significar en las multisalas de hoy día lo que en otro tiempo fueron el western o el cine negro, géneros genuinamente americanos, arte popular exportable a medio mundo. Sin embargo, salvo contadas excepciones, el éxito comercial no ha venido acompañado de la suficiente profundidad (a la que sí llegaron, por supuesto, el cine del Oeste y el noir). Más allá del eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, muy pocas obras han logrado huir de los personajes esquemáticos, los diálogos sonrojantes y la sobredosis de acción a base de persecuciones, vuelos y combates.

Por suerte, no sólo de superhéroes vive el cómic (y el cine). Así, las reputadas novelas gráficas de Max Allan Collins y Richard Pyers Rayner dieron pie al magnífico Sam Mendes para llevar a la pantalla la que seguramente es la mejor adaptación realizada hasta la fecha: Camino a la perdición (2002). Una enjundia que también puede encontrarse en algunos de los filmes que han adaptado viñetas centradas en el absurdo de la sociedad contemporánea, caso de Ghost World (Terry Zwigoff, 2000, según el cómic de Daniel Clones) o de American Splendor (Springer y Pulcini, 2003, según el creado por Harvey Pekar). Eso sí, dos películas tan minoritarias como sus referentes.

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