Editorial:

Continuidad saudí

Es poco probable que el fallecimiento del rey Fahd cambie algo sustancial en Arabia Saudí. El nuevo monarca y hasta ayer príncipe heredero, Abdalá, dirige plenamente desde hace 10 años los asuntos del reino ultraconservador, a raíz del primer infarto de su hermano. Abdalá es el arquitecto de la incipiente liberalización económica saudí, de su política petrolífera y del balbuciente cambio que suponen en la monarquía absoluta unas recientes y poco ejemplares elecciones municipales. Adopta también desde hace años las decisiones fundamentales de política exterior, incluida la lucha a fondo contra ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Es poco probable que el fallecimiento del rey Fahd cambie algo sustancial en Arabia Saudí. El nuevo monarca y hasta ayer príncipe heredero, Abdalá, dirige plenamente desde hace 10 años los asuntos del reino ultraconservador, a raíz del primer infarto de su hermano. Abdalá es el arquitecto de la incipiente liberalización económica saudí, de su política petrolífera y del balbuciente cambio que suponen en la monarquía absoluta unas recientes y poco ejemplares elecciones municipales. Adopta también desde hace años las decisiones fundamentales de política exterior, incluida la lucha a fondo contra el terrorismo de Al Qaeda.

Es cierto que una cosa es estar al cargo del país y otra ser rey. Pero esos detalles serán mucho más percibidos por los saudíes que por el resto del mundo. En el escenario internacional, lo que cuenta sobre todo es el factor de estabilidad y continuidad que Abdalá representa respecto del petróleo. Como primer exportador mundial, Riad ha prometido mantener la capacidad de producción e incrementarla llegado el caso para atender eventuales escaseces de crudo, que ayer escaló precios inmediatamente después de conocerse la muerte de Fahd. El más antiguo y estratégicamente importante aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo está embarcado desde hace tiempo en reconstruir sus otrora lazos privilegiados con Washington, medio rotos tras el 11 de septiembre de 2001 y la posterior invasión de Irak. Hasta el punto de que, en un gesto inimaginable hace algunos años, se ha anunciado que Bush no asistirá a los funerales del monarca saudí. Si ése es su principal desafío diplomático, los mayores son de orden interno. Arabia Saudí no ha sido capaz de tomar en casi ningún aspecto el tren de la modernidad. El 60% de su población tiene menos de 18 años y los ingentes petrodólares no han servido para satisfacer sus demandas laborales. Abdalá deberá ofrecer expectativas a los cientos de miles de jóvenes que entran cada año al mercado de trabajo.

Más información
Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El otro reto fundamental del nuevo rey afecta a la seguridad del reino. Arabia Saudí es hoy mucho menos estable que hace unos años a causa del fundamentalismo islámico, en muy buena medida alimentado desde sus propias mezquitas. El régimen saudí, uno de los objetivos declarados de Osama Bin Laden, se ha mostrado enérgico en los dos últimos años contra el terrorismo, pero la fuerza política del islamismo radical ha crecido exponencialmente en el reino del petróleo, como en otros lugares de la región. En este contexto, las elecciones municipales de mayo, sólo para hombres, han sido manipuladas hasta el escándalo por el clero más fanatizado. Desde este crítico punto de vista, la tarea fundamental de Abdalá es promover la democratización de un país anclado en modos de representación incompatibles con su papel económico y la estabilidad política que pretende.

Archivado En