Editorial:

Difícil presidencia

Tony Blair asumió ayer la presidencia semestral

europea en plena crisis de la UE con tres objetivos a cual más difíciles: alcanzar un acuerdo sobre las próximas perspectivas financieras 2007-2013, dibujar la reforma económica a través de la Agenda de Lisboa y abrir el proceso de negociaciones con Turquía. El primer ministro británico ya ha anunciado que convocará una cumbre informal en otoño para debatir el futuro de Europa. El fracaso de la pasada cumbre de Bruselas, del que tiene una parte de responsabilidad el dirigente laborista, tras el rechazo a la Constitución en Francia y Holand...

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Tony Blair asumió ayer la presidencia semestral

europea en plena crisis de la UE con tres objetivos a cual más difíciles: alcanzar un acuerdo sobre las próximas perspectivas financieras 2007-2013, dibujar la reforma económica a través de la Agenda de Lisboa y abrir el proceso de negociaciones con Turquía. El primer ministro británico ya ha anunciado que convocará una cumbre informal en otoño para debatir el futuro de Europa. El fracaso de la pasada cumbre de Bruselas, del que tiene una parte de responsabilidad el dirigente laborista, tras el rechazo a la Constitución en Francia y Holanda, ha desarmado el hasta ahora sólido eje franco-alemán y evidenciado la falta de liderazgo en el club de los Veinticinco. No está claro del todo que Blair quiera y sepa dirigir la Unión hacia un horizonte de mayor integración. Pero, dadas las circunstancias, en el país de los ciegos el tuerto es rey.

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¿Qué fines persigue Blair? De su discurso ante el Parlamento Europeo el pasado 23 de junio se deduce que quiere desmantelar la política agrícola, rehacer el presupuesto europeo, impulsar la desregulación y abrir las negociaciones con Turquía. Todo ello, no obstante, sin aportar elemento alguno de construcción política e institucional, sin comprometer la participación del Reino Unido en la unión monetaria y sin ofrecer reforzar la política exterior y de seguridad de la Unión. Conseguir que el resto de los socios acepten un plan tan desequilibrado va a resultar sumamente difícil. Y una primera víctima de esta debilidad de la posición británica puede ser Turquía.

Casi con toda seguridad, la Unión abrirá las negociaciones de adhesión, como estaba planeado, el 3 de octubre. Al fin y al cabo, son demasiadas las ocasiones en las que se ha admitido que Turquía tiene derecho a ser miembro como para dar un portazo a Ankara. Sin embargo, por más que las encuestas demuestren que los noes en Francia y en Holanda poco tuvieron que ver con el posible ingreso turco, y pese a que la adhesión no ocurriría como muy pronto hasta 2015, la voluntad política de admitirla parece haberse esfumado.

Aunque históricamente las ampliaciones hayan sido buenas desde el punto de vista de la integración, en manos de Blair ampliación y profundización aparecen como incompatibles, lo que genera un rechazo justificable. Además, la muy probable victoria en las próximas elecciones alemanas de la líder democristiana, Angela Merkel, partidaria de conceder sólo un estatuto de asociación privilegiada, mermará aún más las posibilidades del ingreso turco en el club.

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