Editorial:

La ciencia en vano

Convocar al Senado como voz autorizada a alguien que considera la homosexualidad una patología causada por tener un padre hostil, violento, alcohólico y distante y una madre sobreprotectora y fría, no sólo siembra confusión y desvirtúa el debate suscitado por el proyecto de ley que regula los matrimonios entre homosexuales, sino que atenta contra la dignidad de las personas y contribuye a estigmatizar a un colectivo que es parte importante de nuestra sociedad.

Numerosos dirigentes del PP se desmarcaron ayer de lo manifestado la víspera por el catedrático Aquilino Polaino, cuya comparece...

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Convocar al Senado como voz autorizada a alguien que considera la homosexualidad una patología causada por tener un padre hostil, violento, alcohólico y distante y una madre sobreprotectora y fría, no sólo siembra confusión y desvirtúa el debate suscitado por el proyecto de ley que regula los matrimonios entre homosexuales, sino que atenta contra la dignidad de las personas y contribuye a estigmatizar a un colectivo que es parte importante de nuestra sociedad.

Numerosos dirigentes del PP se desmarcaron ayer de lo manifestado la víspera por el catedrático Aquilino Polaino, cuya comparecencia había sido elogiada la víspera por el portavoz del PP en la comisión del Senado. Quienes tuvieron la idea de convocarle han degradado el debate parlamentario con teorías peregrinas, sin base científica y cargadas de subjetividad. Los españoles se merecen un poco más de respeto por parte de sus representantes parlamentarios en la defensa de sus posiciones.

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Las diferencias que enfrentan a los partidos ante el matrimonio homosexual son de naturaleza ideológica y cultural. El PP ha pretendido arropar con vestimentas seudocientíficas lo que sólo son posicionamientos de orden religioso o moral. Con demasiada frecuencia se apela a la ciencia en vano. Se pretende que la ciencia diga lo que no dice, lo cual es indicativo de su falta de argumentos.

Muchas personas favorables al matrimonio homosexual tienen dudas acerca de que las parejas de gays y lesbianas puedan también adoptar. Y sostienen que los estudios empíricos que se invocan adolecen del mismo defecto: la muestra en la que se basan es demasiado reducida para extraer conclusiones concluyentes. Son dudas respetables, pero que no se van a disipar con burdas manipulaciones disfrazadas de ciencia positiva. No se ha demostrado que los menores que conviven con gays y lesbianas sufran daños en su desarrollo psicológico. Tampoco hay estudios concluyentes que permitan poner en duda que la opción sexual de cada individuo es independiente de la de sus padres. Y hace ya 15 años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó a la homosexualidad de su catálogo de enfermedades. De modo que si alguien está en contra del matrimonio homosexual, que lo defienda basándose en sus creencias y valores, pero que no apele a la ciencia, porque es un argumento falso.

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