Análisis:AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

Guerra civil en Morgan Stanley

EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS aumentan las refriegas en las empresas americanas entre los pequeños accionistas y los consejos de administración y los principales ejecutivos; es una característica nueva del sistema. Sin embargo, son muy minoritarias las ocasiones en las que los primeros logran derrotar a los últimos. Una de estas excepciones se acaba de producir en el segundo banco de inversión del mundo, Morgan Stanley (MS), donde su presidente-consejero delegado, Philip Purcell, acaba de anunciar su retirada tras la rebelión de un grupo de ejecutivos que posee el 1,1% de las acciones de la entidad. ...

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EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS aumentan las refriegas en las empresas americanas entre los pequeños accionistas y los consejos de administración y los principales ejecutivos; es una característica nueva del sistema. Sin embargo, son muy minoritarias las ocasiones en las que los primeros logran derrotar a los últimos. Una de estas excepciones se acaba de producir en el segundo banco de inversión del mundo, Morgan Stanley (MS), donde su presidente-consejero delegado, Philip Purcell, acaba de anunciar su retirada tras la rebelión de un grupo de ejecutivos que posee el 1,1% de las acciones de la entidad. Purcell -otra característica- no se va inmediatamente, sino que da tiempo a que una empresa de cazatalentos, Spencer Stuart, seleccione a su sucesor.

El segundo banco de inversión del mundo padece de un éxodo de ejecutivos, de anemia en su crecimiento, de una baja capitalización bursátil y de problemas con la justicia y con los reguladores. Su presidente ha dimitido

Las críticas a la gestión de Purcell habían aumentado de tono en el último trimestre, pero los datos avalaban el apoyo del Consejo de Administración. Éste había aumentado el salario del presidente en 2004 (sueldo fijo más bonus, por valor de 22,5 millones de dólares), en un 45% respecto al año anterior, a pesar de que los beneficios de MS se habían incrementado menos y la acción había perdido valor bursátil. Por otra parte, hace un mes, en una reunión extraordinaria convocada en domingo, el consejo avaló de forma explícita a Purcell, aunque al tiempo modificó las reglas de su funcionamiento interno: para cambiar al presidente se necesitaría sólo la mayoría de consejeros, mientras que hasta ese momento era preciso el voto afirmativo del 75% de los miembros, lo que hacía casi imposible la remoción de Purcell.

En marzo pasado, ocho ex directivos de MS remiten una carta al Consejo de Administración en la que piden el cese de Purcell. Paralelamente -tercera característica novedosa- mandan un artículo al Wall Street Journal explicando su posición. El G-8, como se les llama, acusa a Purcell de favorecer a su equipo de Dean Witter (en 1997 se produjo la fusión del antiguo MS con Dean Witter. Purcell provenía de esta última entidad) en detrimento de los primigenios MS, lo que significa un choque de culturas casi una década después de la integración de ambas organizaciones. También critican la baja capitación bursátil del banco en relación con su competencia (durante el último lustro, MS perdió el 31% de su valor bursátil, mientras que sus rivales Goldman Sachs y Merrill Lynch han ganado un 17% y un 12%, respectivamente). El G-8 es la penúltima tacada de ex ejecutivos de MS que han abandonado el banco de inversión y han fichado por la competencia. Tras la fusión con Dean Witter, la entidad resultante quedó a medio camino entre los conglomerados integrados, como Citigroup, y la banca de inversión pura, como Goldman Sachs, sin haber encontrado un terreno propio en el modelo de amplio abanico de productos financieros.

A la vejez, viruela. A la suma de la falta de dinamismo del banco en sus beneficios, de la mala evolución de su acción, y del motín y éxodo de empleados y accionistas, se le han unido los problemas con la justicia y los organismos reguladores. En primer lugar, MS ha sido condenado por la Asociación Nacional de Seguridad de Intercambios (NASD) a pagar 2.600 millones de dólares por haber publicado una oferta de venta de acciones en un momento en que éstas se encontraban sometidas a un periodo de bloqueo. Segundo, un jurado de Florida ha dictaminado que el banco defraudó al financiero Ronald Perelman (presidente de Revlon) cuando éste vendió una de sus empresas a un cliente de Morgan, que pagó una parte en efectivo y otra en acciones que perdieron rápidamente su valor. Según el juez, el banco -que tendrá que pagar 600 millones de dólares- engañó a Perelman sobre la salud financiera de su cliente, el comprador.

Tal cúmulo de desgracias hace que MS figure en la clasificación de rumores de entidades que pueden ser compradas por su competencia. La debilidad fomenta la integración. ¿Será verdad?

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