Reportaje:

Ante una huelga, paciencia

La mayoría de los ciudadanos y profesionales aguantan estoicamente retrasos, colas, pitadas o aplazamientos

Ante una huelga, paciencia. Ese parece ser el lema de los ciudadanos y profesionales que han tenido la mala suerte de que sus causas judiciales coincidieran con alguna de las movilizaciones convocadas por los funcionarios de Justicia de Andalucía. En el caso de Málaga capital, donde el seguimiento en las dos primeras jornadas de unos paros convocados hasta el próximo día 30 ha sido masivo, la mayoría de los afectados soportan de forma estoica los retrasos, las colas, las sonoras pitadas y las suspensiones.

Sin embargo, en algunos casos es inevitable que los nervios afloren. Así, se vivi...

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Ante una huelga, paciencia. Ese parece ser el lema de los ciudadanos y profesionales que han tenido la mala suerte de que sus causas judiciales coincidieran con alguna de las movilizaciones convocadas por los funcionarios de Justicia de Andalucía. En el caso de Málaga capital, donde el seguimiento en las dos primeras jornadas de unos paros convocados hasta el próximo día 30 ha sido masivo, la mayoría de los afectados soportan de forma estoica los retrasos, las colas, las sonoras pitadas y las suspensiones.

Sin embargo, en algunos casos es inevitable que los nervios afloren. Así, se vivió ayer un momento tenso en el Juzgado de lo Penal número 7, en la tercera planta del Palacio de Justicia de Miramar. El truco de los funcionarios de esta sede -más de un centenar- para que sus paros tengan mayor repercusión, consiste en ponerse en la cola y pasar una y otra vez entre las 10.00 y las 13.00 por el control de seguridad reglamentario, de forma que cualquier testigo o parte implicada en un proceso tenga que soportar una larga espera. Una mujer, presunta víctima en un juicio señalado por lesiones y violencia doméstica, no llegó a la sala de vistas hasta las 12,15, aunque asegura que se puso a la cola a las 10.30. Su juicio estaba señalado para las 10.00 y fue suspendido a las 11.45 por su incomparecencia.

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"Tendré yo la culpa de que no les paguen lo que quieren", protestaba la mujer, de unos 50 años, que asegura que sufre malos tratos de su marido y su hijo, y que ha sido citada nuevamente para el próximo 13 de julio. Su indignación le hizo encararse al funcionario del cuerpo de auxilio -antiguo agente judicial-. "He tenido que estar en la cola, no me dejaban entrar", repetía. También se lamentaba por los 12 euros gastados en venir desde Cártama, una localidad cercana, en taxi.

De más lejos venía Mariano Augustín. Después de viajar desde Granada hasta Málaga, donde soportó con buen humor pero muchos nervios la cola, consiguió que la funcionaria de servicios mínimos del Decanato registrara unos papeles, en concreto, unas denuncias contra morosos que le obligaron a cerrar su empresa textil. Augustín llegó a confraternizar en la fila con varios funcionarios, y aseguró que "cuando las personas que se manifiestan son educadas, tienes que darles la razón".

En el Juzgado de lo Penal número 9 se celebraron los juicios señalados, hecho que sorprendió a una abogada que no quiso dar su nombre. La causa a la que acudía, por lesiones, no implicaba presos o detenidos, situaciones prioritarias durante los servicios mínimos. Según esta letrada, que lleva tanto temas civiles como penales, durante la anterior movilización, entre los días 30 de mayo y 3 de junio, siempre que sus juicios coincidieron con un paro, se acabaron suspendiendo.

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El mayor trastorno para su actividad, explicó, es que las vistas normalmente se vuelven a señalar en el último trimestre del año, por lo que se concentra el trabajo en ese periodo. Ese fue también el mayor inconveniente para Luis Benavides, procurador que ayer sufrió una suspensión de un juicio civil en los juzgados de Muelle Heredia. "Tienes que reestructurar la agenda, porque se te acumulan los juicios", explicó. Y tanto. Benavides asegura que en los anteriores paros, los jueces suspendieron cerca de 20 de los juicios en los que participaba.

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