Reportaje:

El susto de quedarse sin médico a los 92 años

Una nonagenaria vivió angustiada siete días al temer que Sanidad la hubiera dado por muerta y le hubiese quitado su tarjeta

La plácida vejez de Julia Abati, vecina de 92 años del distrito de Salamanca, sufrió un quebranto colosal cuando llamó a su médico de la sanidad pública porque estaba resfriada y le informaron de que su tarjeta sanitaria había sido dada de baja. Ella asegura que le dijeron que esto ocurre sólo cuando el titular de la tarjeta muere. "¡Qué disgusto me han dado! Y no es sólo porque me hayan dado por muerta. Es que llevo una semana sin dormir pensando que me he quedado sin médico...", explicó ayer.

El Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) y la Consejería de Sanidad niegan que la ...

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La plácida vejez de Julia Abati, vecina de 92 años del distrito de Salamanca, sufrió un quebranto colosal cuando llamó a su médico de la sanidad pública porque estaba resfriada y le informaron de que su tarjeta sanitaria había sido dada de baja. Ella asegura que le dijeron que esto ocurre sólo cuando el titular de la tarjeta muere. "¡Qué disgusto me han dado! Y no es sólo porque me hayan dado por muerta. Es que llevo una semana sin dormir pensando que me he quedado sin médico...", explicó ayer.

El Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) y la Consejería de Sanidad niegan que la nonagenaria haya sido dada de baja en ningún registro. Sanidad aclaró: "La mujer tenía dos números de afiliación: uno que era el mismo que el de su hermano y otro como viuda pensionista. Lo que había que corregir era este error administrativo".

Pero Julia Abati, al colgar el teléfono, tenía un "susto importante" en el cuerpo, además del catarro. "Y mira que si ahora me pasa algo y no tengo ni Seguridad Social...", se queja la mujer, que no podía dejar de pensar en esa hipótesis. La llamada, realizada el pasado lunes día 16, marcó el inicio de un periplo -"fatigoso, por el resfriado, la fiebre y el papeleo"- por la burocracia de la sanidad pública.

Pese a decirle en el ambulatorio que no figuraba en el ordenador, Julia sí tuvo cita a las 16.10, pero al llegar al centro de salud de la calle de Eloy Gonzalo se topó con otra sorpresa: no había sido incluida en el listado de enfermos a recibir por los médicos.

"Mi médico no estaba. Me atendió -muy bien, todo hay que decirlo- otra doctora. Pero me extrañó una cosa: no me dio las recetas habituales, hechas con el ordenador, sino unas escritas a mano", recuerda. Cuando llegó a la farmacia, sus sospechas se confirmaron: el boticario le dijo que no estaban correctamente cumplimentadas y que iba a tener que pagar las medicinas de su bolsillo.

Dos días más tarde, Julia recibió una llamada que la angustió "aún más". "Me dijeron que había un problema con mi número de la Seguridad Social que yo debía ir a solucionar a la calle de Zurbano, 73 [una oficina del Instituto Nacional de la Seguridad Social]. El problema era que mi número era el mismo que el de mi hermano, que murió ya hace muchos años. Luego, mi cuñada me dijo que esto no era cierto", relata la mujer.

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Finalmente, Julia logró ayer resolver el último trámite. "Una hora y media me he tenido que esperar en Zurbano, 73. Luego he tenido que comer rápido para ir al centro de salud para que me dieran la nueva tarjeta", añade.

Julia Abati admite que la asistencia sanitaria no era lo único que temía perder durante estos días de zozobra. "Yo pensé que también me iban a quitar la pensión", suspira, aún con voz asustada.

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