Reportaje:SOCIOLOGÍA DE LA FAMILIA

Con uno basta

Las familias se decantan por el hijo único por razones laborales y socioeconómicas

El hijo único se instala en un país donde hace poco más de 30 años se daban premios de natalidad a los matrimonios más prolíficos y triunfaban películas como La gran familia, con 15 retoños dando guerra. A falta de cifras oficiales exactas, los demógrafos constatan el fenómeno con un dato indirecto: la proporción de recién nacidos que son unigénitos. En 1975, lo era el 36,25% y desde 1995, más de la mitad. "Es evidente que en España se va hacia el hijo único mucho más que a tener la pareja", asegura la catedrática de sociología Inés Alberdi, autora de La nueva familia española (T...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El hijo único se instala en un país donde hace poco más de 30 años se daban premios de natalidad a los matrimonios más prolíficos y triunfaban películas como La gran familia, con 15 retoños dando guerra. A falta de cifras oficiales exactas, los demógrafos constatan el fenómeno con un dato indirecto: la proporción de recién nacidos que son unigénitos. En 1975, lo era el 36,25% y desde 1995, más de la mitad. "Es evidente que en España se va hacia el hijo único mucho más que a tener la pareja", asegura la catedrática de sociología Inés Alberdi, autora de La nueva familia española (Taurus). "Es una tendencia clara aunque no se sepamos cuántas familias eligen finalmente por tener sólo un hijo", añade Margarita Delgado, demógrafa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El empleo femenino y las dificultades de conciliación llevan a tener menos niños
"Los hijos ya no son 'rentables', sino gratificantes; una inversión emocional"

A esta situación se ha llegado por la confluencia de varios factores. El primero, el fuerte descenso de la natalidad desde finales de los años setenta. "Con un promedio de hijos por mujer bajo como el que tenemos, 1,3 el año pasado, dífícilmente puede haber una gran proporción de familias con más de un niño", detalla Delgado, autora de numerosos trabajos sobre fecundidad. Ni siquiera el repunte de los nacimientos desde 1998 ha frenado la proporción de bebés unigénitos.

La última foto fija del Instituto Nacional de Estadística (INE), de 2002, revela que el 54,2% de los recién nacidos son primeros hijos. Los segundos suponen el 35,4%, los terceros, el 7,9% y sólo el 2,4% son cuartos o siguientes (ver gráfico). Las familias numerosas escasean, pero el caso español no es único. "La pareja con un hijo es un modelo en expansión en todo el sur de Europa", asegura el catedrático de sociología Gerardo Meil, de la Universidad Autónoma de Madrid.

Nacen menos niños y las madres lo son cada vez más tarde, lo que limita las posibilidades de tener familia amplia. Es lo que le ocurre a Nuria. Hija única dispuesta a ser madre un par de veces, retrasó el primer embarazo hasta consolidar su empleo como comercial: lo logró con 33 años. "Ahora se me ha hecho tarde para tener otro hijo", relata. Ella se demoró más que la mayoría: la edad media para debutar en la maternidad son ahora los 29,18 años. En 1975, las españolas daban a a luz su primogénito a los 25,4 años (y tenían 2,8 hijos).

"En general, las mujeres no renuncian a ser madres, pero varias razones las empujan a tener menos hijos", explica Delgado. "Un determinante de primer orden es la creciente incorporación laboral femenina", detalla, "los estudios demuestran que las mujeres con empleo, cada vez más abundantes, son menos fecundas que las amas de casa". Conciliar trabajo y familia es una cuestión complicada para el 54% de las mujeres con empleo, que también hacen frente a las tareas domésticas y de cuidado en mucha mayor medida que sus maridos, según la encuesta del Instituto de la Mujer difundida esta semana. Juega otro elemento más: la creciente formación de las mujeres -a mayor nivel educativo, menos hijos-.

Beatriz Alonso ilustra la radiografía. "He tenido sólo un hijo porque para estar cerca de él en sus primeros años debí aparcar mi carrera profesional. Al final encontré un trabajo a tiempo parcial. Si tuviera un segundo niño, lo justo sería darle igual dedicación, pero el mundo laboral no perdona la falta de disponibilidad plena", relata esta psicóloga de 41 años con un niño de 8.

"Dar el paso para tener hijos, algo que ya es voluntario, cambia la vida y faltan apoyos sociales, como guarderías asequibles, para afrontar la nueva situación, que afecta sobre todo a las mujeres. Y si ya es difícil conciliar la vida familiar y laboral con un hijo, mucho más difícil resulta si se tienen dos", concreta Alberdi, ahora diputada autonómica del PSOE.

Ana, esteticista de 37 años, está en esa tesitura: "Quiero un segundo hijo, pero entonces tendré que cambiar de empleo o reducir la jornada. Salgo de casa a las ocho de la mañana y vuelvo a las ocho y media de la tarde. Mi madre me cuida ahora al niño, pero sólo es uno. Las guarderías que he visto no bajan de 350 euros al mes".

Al margen del proyecto inicial, a menudo el primer bebé acaba por colmar el deseo de maternidad o paternidad. "A muchas mujeres que trabajamos apenas nos queda tiempo para criar a nuestro hijo. ¿Cómo tener dos?," pregunta Assumpta García Mas, publicista de 42 años.

"El hijo único es fantástico cuando los padres sólo desean tener uno. Son niños queridos, bien atendidos, sin traumas por tener que repartir el cariño de los padres con otro hermano", prosigue Alberdi. "De todas formas, a lo más que pueden aspirar los niños ahora es a tener un sólo hermano. Y no necesariamente es mejor tener un hermano que carecer de él", añade.

Hijos únicos, también un signo de los tiempos. "Son consecuencia de un sistema socioeconómico nuevo. En una economía agrícola, tener muchos niños permitía contar con más ayuda para las faenas. Ahora los hijos ya no son rentables, sino gratificantes. Son una inversión emocional, y no económica", asegura Enrique Arranz, catedrático de Psicología de la Familia en la Universidad del País Vasco.

Pero no siempre fue así. "Aunque ahora son moneda corriente, hace cuarenta años los hijos únicos estaban estigmatizados porque su situación no era habitual", relata Arranz. "Sobre ellos pesaba una leyenda negra alimentada a partir de Adler

[discípulo de Freud que destacó la importancia del orden de nacimiento]". Se los pintaba como "más egocéntricos e insolidarios y menos autónomos". "Hay trabajos que indican que los hijos únicos tienden a ser más competentes intelectualmente, aunque su inteligencia suele ser más convencional que creativa. Eso se debe a que son los únicos destinatarios de los recursos educativos y económicos de los padres".

En cualquier caso, según los datos disponibles no hay diferencias "significativas" entre los niños según tengan o no hermanos ni entre hijos e hijas únicos, detalla Arranz, autor de obras como Psicología de las relaciones fraternas (Herder). Todo depende de la educación que reciba cada uno. Pero los hijos únicos, carentes de ese "vínculo seguro para toda la vida" que son los hermanos, se enfrentan a dos peligros: la sobreprotección paterna (un freno a su autonomía y un camino abierto a la inmadurez y la posible conducta tiránica del hijo) y la falta de frustración. De ahí que Arranz dé un par de consejos a los progenitores únicos: "Pregunta a alguien de confianza qué tal estás educando a tu hijo. Y, de vez en cuando, acuérdate de decirle 'no', porque la frustración es muy importante".

Esa propuesta la comparte el psiquiatra infantil Mariano Trillo Garrigues. "La excesiva atención y sobreprotección de los padres es el problema más frecuente que observo en los hijos únicos", afirma este especialista con consulta en Barcelona. "Les agobian demasiado y esto hace que se resienta el desarrollo de sus propios recursos".

El segundo problema es el egocentrismo: "Los hijos únicos sólo pueden aprender a compartir en el colegio". Esto se puede compensar con "una vida social muy activa", un freno también a la sensación de soledad. Un tercer aspecto es la pseudomadurez: acostumbrados a vivir entre adultos (y a menudo con dificultades en el trato con sus iguales), los hijos únicos pueden mostrar una falsa madurez que no se corresponde con su desarrollo emocional. Para los niños, la cuestión está clara: "Lo malo de no tener hermanos es que te aburres y lo bueno, que no te peleas", coinciden las pequeñas Leonor y Beatriz, nacidas en las ya numerosas familias de hijo único.

Paseo con un niño por el parque de la Fuente del Berro (Madrid).SANTI BURGOS

Decálogo para padres únicos

"Tener un hijo único no es un problema si se está dispuesto a no sobreprotegerlo, a que socialice y comparta", afirma el psiquiatra Mariano Trillo Garrigues. Añade que los padres únicos deben ser más vigilantes en la educación. Este experto facilita una serie de indicadores físicos y psíquicos que pueden revelar, sobre todo en niños menores de 12 años, una situación de angustia debida a la sobreprotección paterna. Son los siguientes:

- Inseguridad.

- Falta de autonomía y excesiva dependencia de los padres.

- Miedos a la oscuridad, a que ocurra alguna desgracia...

- Miedo escénico (temor a hablar en público) y a estar solo en casa, especialmente de noche.

- Timidez.

- Reticencia a dormir solos fuera de casa.

- Fobias. Pueden ser a animales diminutos, como las arañas.

- Sudor excesivo de manos, dolor de cabeza o de vientre ante situaciones de estrés.

Archivado En