Columna

Recias voces republicanas

Llegaba la palabra espléndida y vigorosa del poeta Marcos Ana a un auditorio reverdecido de emociones, y Marcos Ana, cautivo y desarmado en el puerto de Alicante, por el fascismo, decía: "Nos derrotaron, pero nunca nos vencieron. Del puerto, al Campo de Almendros, y de allí, pocos días después, al campo de exterminio de Albatera, de donde conseguí evadirme". Derrotados, pero no vencidos, rondaban el calor de la esperanza en la memoria y en la voz segura de quienes fueron protagonistas de aquella ignominia: dos mujeres y cinco hombres dejándonos el testimonio vivo, lúcido, tremendo, de un golpe...

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Llegaba la palabra espléndida y vigorosa del poeta Marcos Ana a un auditorio reverdecido de emociones, y Marcos Ana, cautivo y desarmado en el puerto de Alicante, por el fascismo, decía: "Nos derrotaron, pero nunca nos vencieron. Del puerto, al Campo de Almendros, y de allí, pocos días después, al campo de exterminio de Albatera, de donde conseguí evadirme". Derrotados, pero no vencidos, rondaban el calor de la esperanza en la memoria y en la voz segura de quienes fueron protagonistas de aquella ignominia: dos mujeres y cinco hombres dejándonos el testimonio vivo, lúcido, tremendo, de un golpe a traición, de una deslealtad, de una venganza, de una vergüenza. Desde el teniente que procedía de Valencia y no pudo finalmente escapar a la represión franquista, a la joven que logró salir de la ratonera del puerto a bordo del emblemático, intrépido y generoso carguero inglés Stanbrook, con un pasaje de 2.638 republicanos, hasta más arriba de la línea de flotación, carguero con la pesada carga de la tristeza y el largo exilio; desde el aviador apenas a la luz del alba y de las ametralladoras asesinas de los mercenarios, a quien contó cómo la ciudad de Alicante fue ocupada militarmente por los camisas negras del condotiero Gaston Gambara. Recias voces republicanas rescataron del interesado y oscuro olvido cómo se perpetró tanta infamia, ante un público que quería conocer la verdad en la experiencia y en la palabra de quienes la sufrieron y la sobrevivieron, con entereza. Allí, con el salón de actos de la Casa del Pueblo de Alicante, hasta los topes, tú viste, y yo te vi a ti, cómo a más de uno los ojos se le humedecían, con el relato sobrio, pero inevitablemente estremecido -tanto recuerdo, de pronto- de los siete testigos y protagonistas de aquellos acontecimientos, que pusieron punto final a una guerra despiadada y a una posguerra para la revancha y las ejecuciones. La Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica hizo posible tal encuentro, del que hoy dejamos aquí noticia... Hoy, cuando es la víspera del día en que todo un pueblo se blindó de dignidad.

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