Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA

El lector como héroe posible

Tres cosas sorprenden en el último libro de Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940). Dos de ellas son en cierto modo ajenas al desarrollo del trabajo, pero no a su estrategia. La primera es que, siendo evidentemente un ensayo, aparezca en una colección denominada Narrativas Hispánicas. La segunda, que no se cite en ningún momento el libro de Nora Catelli Testimonios tangibles (Premio Anagrama de Ensayo de 2001), al que es evidentemente afín, si no tributario. Piglia anota al principio: "Buscamos, entonces, las figuraciones del lector en la literatura; esto es, las representaciones...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tres cosas sorprenden en el último libro de Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940). Dos de ellas son en cierto modo ajenas al desarrollo del trabajo, pero no a su estrategia. La primera es que, siendo evidentemente un ensayo, aparezca en una colección denominada Narrativas Hispánicas. La segunda, que no se cite en ningún momento el libro de Nora Catelli Testimonios tangibles (Premio Anagrama de Ensayo de 2001), al que es evidentemente afín, si no tributario. Piglia anota al principio: "Buscamos, entonces, las figuraciones del lector en la literatura; esto es, las representaciones imaginarias del arte de leer en la ficción. Intentamos una historia imaginaria de los lectores y no una historia de la lectura". Catelli concluía que "la construcción del sujeto moderno se hizo a través de la lectura y a partir de ella"; Piglia, por su parte, escribe: "Encontramos otra vez la lectura como refugio de la subjetividad aislada...". Aunque los recorridos no son idénticos -Catelli se dedica sobre todo a rastrear la representación de las mujeres lectoras, mientras que Piglia incluye a personajes de ambos sexos, y se interesa además por las imágenes fotográficas de escritores en el acto de leer-, el sesgo, la intención, la idea central de ambos ensayos es similar. Acaso Piglia, seguidor incluso en esto de Borges, se aplica a la táctica de no mencionar a ningún compatriota vivo.

EL ÚLTIMO LECTOR

Ricardo Piglia

Anagrama. Barcelona, 2005

185 páginas. 15 euros

Más información

La tercera sorpresa en cierto modo explica la primera: la permanencia, precisamente, de la figura de Borges en el lugar central de la reflexión, como principio de autoridad del desarrollo teórico. Por ejemplo, a propósito de una escena de Anna Karenina en la que ella lee una novela inglesa, anota Piglia: "En una novela alguien lee una novela: esas cosas le gustaban a Borges". Como se sabe, Borges creó una zona ambigua entre ficción y especulación, con cuentos que pueden leerse como ensayos y viceversa. Piglia trabajó en esa estela de manera brillante en novelas como Respiración artificial o en las piezas de Formas breves (ambas reeditadas por Anagrama), donde la superposición de géneros era producto de una sutil convergencia entre investigación crítica e invención literaria.

Piglia persigue la representa

ción de la lectura en la literatura moderna a partir de -entre otros- Borges, Kafka, la novela policial, Philip K. Dick, los diarios del Che Guevara y Joyce. No son estudios sistemáticos sino lecturas transversales, abiertas a las digresiones: Hamlet, Don Quijote, Bartleby, Pierre Menard y Madame Bovary asoman con frecuencia y enseñan inesperados ecos de unos libros en otros. Allí es donde reside el valor de este ensayo, en esas lecturas cruzadas donde cristaliza una vez más el talento crítico de Piglia. Puesto que el tronco del discurso tiende a un insistente apoyo en lo ya sabido: las cartas a Felice Bauer como el proceso de la afirmación de Kafka en su deseo de escritura, tal como demostró Canetti; acotaciones de manual, como la de que "las distintas Biblias que Robinson [Crusoe] trae consigo desde Inglaterra son un ejemplo de la amplia circulación que ha implicado el impacto de la imprenta"; la explicación -en el capítulo sobre Joyce y a propósito de la patata que Bloom lleva como talismán en un bolsillo- de la importancia del cultivo de este tubérculo en la Irlanda de la época, o la identificación de Bloom con Ulises y de Molly con Penélope. Mucho más interesante es, en cambio, la lectura minuciosa de algunos pasajes de la primera traducción de Ulysses al castellano, la del argentino Salas Subirat, y de por qué éste, precisamente, no supo descifrar el enigma de la patata en el bolsillo de Bloom.

La lectura como último refugio de la subjetividad; el acto de leer como escena de la negociación perpetua entre lo imaginario y lo real: son las ideas nucleares del libro. En torno a ellas se articula la circulación de textos en los que está inscrita la propia trayectoria del autor. Por eso Piglia cierra el volumen con estas palabras: "... es un recorrido arbitrario por algunos modos de leer que están en mi recuerdo. Mi propia vida de lector está presente y por eso este libro es, acaso, el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito".

Ricardo Piglia, en un café de París.DANIEL MORDZINSKI

Archivado En