"Queremos niños capaces de decir no"

El colegio Abbey analiza cada semana a 20 alumnos, profesores o empleados. En teoría, nadie, salvo el director, la consejera social que controla el programa, el propio alumno y, en su caso, sus padres, está al corriente de quién se somete al análisis, quién se niega y cuáles son los resultados. El director, Peter Walker, está muy satisfecho del apoyo de los padres al programa. De las 921 cartas enviadas ha habido 714 respuestas, el 85% a favor de los análisis. Incluso si los 207 que no han contestado se hubieran pronunciado en contra, el programa aún contaría con el apoyo del 66% de los padres...

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El colegio Abbey analiza cada semana a 20 alumnos, profesores o empleados. En teoría, nadie, salvo el director, la consejera social que controla el programa, el propio alumno y, en su caso, sus padres, está al corriente de quién se somete al análisis, quién se niega y cuáles son los resultados. El director, Peter Walker, está muy satisfecho del apoyo de los padres al programa. De las 921 cartas enviadas ha habido 714 respuestas, el 85% a favor de los análisis. Incluso si los 207 que no han contestado se hubieran pronunciado en contra, el programa aún contaría con el apoyo del 66% de los padres.

Los análisis abarcan 10 tipos de drogas, incluyendo hachís, éxtasis, heroína, anfetamina y cocaína. "No espero encontrar muchos casos, incluso ninguno, de heroína o cocaína. Sí creo que habrá ciertos casos de cannabis y quizá éxtasis y anfetamina", reconoce Walker.

"Los alumnos tienen un poco de aprensión cuando llegan a hacerse el análisis", explica Leslie Temple, consejera social encargada de controlar el programa. "Pero saben que la toma de muestras es aleatoria y que no les va a estigmatizar", añade. El análisis dura apenas cinco minutos. El alumno se introduce un pedazo de algodón en la boca, entre las encías y la mejilla, y un segundo pedazo contra la otra mejilla. Uno de los algodones empapados en saliva se envía al laboratorio y el otro se guarda en la escuela, por si hay que hacer un contraanálisis.

Temple ha tenido que vencer las reticencias de su propio hijo de 16 años. "Estaba preocupado por los problemas de violación de los derechos individuales. Pero hemos hablado y ha aceptado que el programa es para el bien y la seguridad de todos en la escuela". "Queremos que los niños sean más capaces de decir no y rechazar las drogas que les ofrecen".

Las estadísticas muestran que el 10% de los niños de 11 años y el 50% de los de 15 ha tomado drogas alguna vez. "Todas las escuelas tienen problemas similares. Ésta no es distinta. Por desgracia, las cosas no han mejorado en los últimos 10 años y hay que hacer algo drástico", subraya el director. "Quiero ver si mejoran los datos de comportamiento, de rendimiento, de asistencia, si se reduce el absentismo y si las comparaciones mes a mes indican que hay una mejora. Si no consigo demostrar que las cosas mejoran, suspenderemos el experimento", sentencia.

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