Columna

Perplejidad

¿Y si resulta que Bush, el denostado Bush, acaba pasando a la historia como el presidente de Estados Unidos que fue capaz de llevar la democracia al Oriente Medio del oscurantismo y los déspotas, del crimen de estado y las torturas innumerables, de los genocidios rituales de Sadam y de los latrocinios de tantos sátrapas disfrazados de guerrilleros verde olivo?

Sería, sin duda, una de las más extrañas ironías de nuestro tiempo. Sin ir más lejos, ¿qué dirían los intelectuales más agudos de Occidente, esos hombres cabales que tan pésimos -e impecables- augurios trenzaron sobre el futuro de...

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¿Y si resulta que Bush, el denostado Bush, acaba pasando a la historia como el presidente de Estados Unidos que fue capaz de llevar la democracia al Oriente Medio del oscurantismo y los déspotas, del crimen de estado y las torturas innumerables, de los genocidios rituales de Sadam y de los latrocinios de tantos sátrapas disfrazados de guerrilleros verde olivo?

Sería, sin duda, una de las más extrañas ironías de nuestro tiempo. Sin ir más lejos, ¿qué dirían los intelectuales más agudos de Occidente, esos hombres cabales que tan pésimos -e impecables- augurios trenzaron sobre el futuro de Irak? ¿Se ratificarían, de paso, en su negativa a la intervención en Afganistán (que acabó con la siniestra pesadilla de los talibanes)? ¿Volverían a pronunciar su solemne "No" a la intervención aliada en los Balcanes (que puso fin a la barbarie en el sureste de Europa)?

En cualquier caso no debemos olvidar que Bush cometió un error terrible, pues atacó ilegítimamente a un estado soberano. Y que la validación legal y moral de la intervención en Afganistán o en la antigua Yugoslavia no existía para invadir Irak. Porque en puridad filosófica, el fin nunca justifica los medios. Ahora bien, se da un caso curioso: los defensores de la no intervención en los países citados son, en muchos casos, las mismas personas que antaño justificaban las atrocidades del comunismo real como inevitable precio a pagar para lograr la sociedad feliz y sin clases... que nunca llegó.

Es todo muy extraño, cierto, pero tal vez podamos ser optimistas. Imaginarnos, para bien de todos, (y no sólo de Bush) que la heroica sociedad iraquí, que tan mayoritariamente se jugó la vida por gozar de las mieles de la democracia, sepa defenderla en su momento. Que quiera vivir en libertad y demuestre que la democracia es compatible con el Islam, tal y como parece suceder en Turquía, el Líbano o en la hoy doliente Indonesia. Se trataría, sin duda, de un gran acontecimiento histórico. Y también de una incómoda constatación: de cómo a través del mal se puede llegar al bien. Si es que todo acaba bien, claro.

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