Columna

La fiesta de las fusiones de empresas

Hay modos indirectos de medir la salud de una coyuntura, más allá de las cifras macroeconómicas. Una de ellas es la actividad de las fusiones y adquisiciones empresariales. Cuando los empresarios tienen apetito es que confían en la marcha de la economía. Pues bien, el año 2005 ha empezado a todo gas en este capítulo.

La década de los noventa fue testigo de la etapa de prosperidad más prolongada de los EE UU, aunque esos años no fueran aprovechados para mejorar la distribución de la riqueza. Coincidiendo con los mismos, hubo una explosión de bodas empresariales: entre sociedades del mism...

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Hay modos indirectos de medir la salud de una coyuntura, más allá de las cifras macroeconómicas. Una de ellas es la actividad de las fusiones y adquisiciones empresariales. Cuando los empresarios tienen apetito es que confían en la marcha de la economía. Pues bien, el año 2005 ha empezado a todo gas en este capítulo.

La década de los noventa fue testigo de la etapa de prosperidad más prolongada de los EE UU, aunque esos años no fueran aprovechados para mejorar la distribución de la riqueza. Coincidiendo con los mismos, hubo una explosión de bodas empresariales: entre sociedades del mismo o distinto sector, dispuestas o no a ampliar sus mercados geográficos, y siempre con un efecto añadido de reducción de costes, ya que las nuevas empresas empiezan su andadura prescindiendo de una parte de su plantilla. Luego llegó la recesión de principios de siglo, los escándalos empresariales que afectaron en una buena proporción a empresas que previamente se habían fusionado (WorldCom-MCI, AOL-Time Warner,....), el estallido de la burbuja bursátil y los atentados del 11-S. Estos factores frenaron la concentración, y los bancos de negocios -que se dedican a asesorar estas operaciones- también pasaron por sus apuros con los organismos reguladores y la Fiscalía. El año 2003 fue testigo de un nuevo cambio de tendencia, a mejor, y en 2004 las fusiones empresariales experimentaron una resurrección que ahora continúa.

La semana pasada, dos gigantescas empresas de matriz norteamericana del sector de consumo anunciaron su boda: Procter & Gamble compró Gillette por valor de 57.000 millones de dólares y ambas tomaron el liderazgo mundial de la fabricación de cosméticos y productos de gran consumo (marcas como Duracell, Ariel, Dash, Pantene, Oral-B, Braun, perfumes Hugo Boss,...), por delante de la angloholandesa Unilever. El oráculo de la economía americana, Warren Buffet (el segundo hombre más rico del mundo, tras Bill Gates), que controlará un 7% de la nueva compañía, dio su bendición al enlace. Un día antes, el sector de las telecomunicaciones se había conmovido, cuando SBC, segunda operadora telefónica de EE UU anunció su intención de comprar ATT; esa unión generaría la mayor operadora de EE UU en capítulos como telefonía móvil, internet de alta velocidad o clientes corporativos. La operación, de superar las dificultades (y no sería la menor la autorización de las autoridades que vigilan la competencia), daría lugar a una bonita paradoja: SBC es una de las baby bell que en el año 1984 fueron desgajadas de su matriz, la ATT, para evitar el monopolio.

No todos los sectores productivos se mueven a la misma velocidad: telecomunicaciones, farmacéutico y salud, finanzas, energía, etcétera, parecen ir a la vanguardia. Las uniones citadas no son las únicas: 2004 contempló, entre otros muchos, el visto bueno para crear el primer banco mundial (por delante del Mizuho o del Citigroup), mediante la fusión de Mitsubishi Tokyo y el Grupo Unión Financiera de Japón (UFJ), la unión de Air France y KLM, o la de Kmart y Sears para emerger el tercer grupo comercial de EE UU, por detrás de los gigantes Wal Mart o Target. Otras concentraciones expresivas fueron las de Cingular Wireless y ATT Wireless (por valor de 46.700 millones de dólares), Sprint y Nextel (35.000 millones de dólares), o la más espectacular, la compra de Bank One por J P Morgan Chase, por valor de 58.000 millones de dólares.

España no fue una excepción. Según la consultora KPMG, las fusiones y adquisiciones aumentaron casi un 60% en 2004, con operaciones como la del SCH y Abbey, BBVA y Bancomer o EDP e Hidrocantábrico.

¿Qués es lo que ha cambiado? Hay mucho dinero en el mercado, los bienes inmuebles empiezan a sufrir la sospecha de una hipotética burbuja (por ahora más teórica que real) y las Bolsas están al alza. La pregunta es si se habrá aprendido de la experiencia del pasado, que multiplicó el número de fracasos empresariales entre las fusiones y adquisiciones realizadas más por ambición de tamaño que por coherencia en sus fundamentos.

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