Reportaje:LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

La socialización del sufrimiento

Hace 10 años ETA asesinó al edil del PP Gregorio Ordóñez, iniciando la estrategia de eliminar al adversario político

El día que asesinaron al concejal del PP Gregorio Ordóñez, el presidente del PSE de Guipúzcoa, Fernando Múgica Herzog, declaró a este periódico que tenía la misma sensación de "asco y repugnancia" que sintió cuando los Comandos Autónomos mataron al socialista vasco Enrique Casas, en 1984. Múgica ignoraba que un año más tarde él iba a caer asesinado, días antes que el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente, en aplicación de la misma estrategia que ETA acababa de estrenar: la "socialización del sufrimiento", que supuso la implantación del asesinato del adversario polí...

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El día que asesinaron al concejal del PP Gregorio Ordóñez, el presidente del PSE de Guipúzcoa, Fernando Múgica Herzog, declaró a este periódico que tenía la misma sensación de "asco y repugnancia" que sintió cuando los Comandos Autónomos mataron al socialista vasco Enrique Casas, en 1984. Múgica ignoraba que un año más tarde él iba a caer asesinado, días antes que el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente, en aplicación de la misma estrategia que ETA acababa de estrenar: la "socialización del sufrimiento", que supuso la implantación del asesinato del adversario político, de los representantes democráticamente elegidos en las urnas, con el objetivo de forzar al Estado a una negociación.

El concejal donostiarra era un crítico beligerante que no se achantaba al enfrentarse con HB
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Tras un debate de la militancia etarra sobre la lucha armada provocado por la debilidad en que la sumió la caída de la dirección en Bidart en 1992, una nueva generación se hizo con el poder en ETA y acaparó, a través de KAS, la dirección de HB, en cuya mesa nacional ya asomaban voces críticas con la violencia. El tiro a Ordóñez, el 23 de enero de 1995, inauguraba esta nueva etapa, la de la combinación de los asesinatos, muy selectivos -buscando su efecto desestabilizador, de ahí la importancia de apuntar al adversario político-, con la violencia callejera que evidenciara a todos la realidad del conflicto y la "socialización del sufrimiento" en tanto éste perdurara.

La elección de Ordóñez no fue casual. Dos días antes, había sido proclamado candidato a la alcaldía de San Sebastián en donde el PP era la primera fuerza con el 23% de los votos. Además, el joven político popular, era un crítico beligerante y vehemente que no se achantaba al enfrentarse dialécticamente con HB, por lo que sintonizaba muy bien con los ciudadanos a los que incitaba con su ejemplo a perder el miedo y denunciar la violencia.

La conmoción que produjo el asesinato de Ordóñez fue como un terremoto, y destapó una reacción social sin precedentes. Junto a las kilométricas colas que formaron los donostiarras para rendir el último adiós al concejal asesinado, HB se resintió del impacto y, por primera vez, se conocieron críticas internas al atentado. Lo condenaron la edil de HB de San Sebastián Begoña Garmendia y el fundador de ETA Julen Madariaga se dio de baja como militante de la coalición mientras se oyeron tímidas voces de condena de algunos presos.

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El asesinato generó los primeros actos multitudinarios de reacción social contra el miedo y de apoyo a las víctimas, ya ensayados poco antes con la implantación del lazo azul en contra de los secuestros de Julio Iglesias Zamora y José María Aldaya, que HB había neutralizado con el acoso callejero a los disidentes. Un homenaje a Ordóñez celebrado en San Sebastián reunió, por vez primera a personalidades tan dispares como José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, la eurodiputada socialista y viuda de Casas, Barbara Dürkhop, el ex parlamentario de Euskadiko Ezkerra (EE) Kepa Aulestia o el filósofo Fernando Savater, quien proclamó, en contra de la pena de muerte al disidente implantada por ETA: "Nuestros adversarios y quienes piensan diferente son, para nosotros, necesarios e imprescindibles".

El tremendo deterioro de la democracia que supone el que un grupo terrorista afín a un partido reconocido y amparado por el sistema comience a asesinar y avasallar a sus contrincantes políticos y representantes democráticos también fue el origen de una reacción creciente de indignación y solidaridad. Ésta se dio, especialmente, entre militantes de la izquierda antifranquista, que se movilizaron en defensa de las libertades, la justicia y la democracia amenazadas, a la vez que proclamaban que el asesinato de un militante de la derecha es "como [el de] uno de los nuestros".

Estos movimientos en apoyo de las víctimas fueron cristalizando en numerosas asociaciones que contribuyeron a amalgamar una respuesta unitaria a ETA, en contra de la impunidad y basada en la aplicación del Estado de derecho, desde los dos principales partidos acosados por la banda terrorista: un tercio de los 85 asesinatos de ETA, desde el final de la tregua en 1999, han sido contra concejales o militantes del PP y el PSOE.

Ana Iríbar, viuda de Ordóñez, afirmaba que "los etarras querían asesinar a uno para atemorizar a mil, pero consiguieron lo contrario. Asesinaron a Gregorio, pero muchos siguieron su ejemplo". Mientras tanto, en el seno de banda, los más críticos admiten sin tapujos su derrota política.

Homenaje a Gregorio Ordóñez, ayer en el cementerio donostiarra de Polloe.JESÚS URIARTE

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