Reportaje:

Próximo arte del Lejano Oriente

Que coincidan, en el otoño artístico, en Madrid y Barcelona, tres convocatorias sobre arte del Lejano Oriente, resulta muy revelador de cómo se afianza más en nuestro país la moda asiática también en el terreno de la difusión de las artes plásticas y suntuarias. Siendo la civilización del Lejano Oriente no sólo hermética por la distancia geográfica, sino por unos presupuestos muy distintos a los occidentales -y, en particular, en la concepción artística-, se comprende la tardanza comparativa para una asimilación popular a gran escala de formas culturales tan refinadas y extrañas. En todo caso,...

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Que coincidan, en el otoño artístico, en Madrid y Barcelona, tres convocatorias sobre arte del Lejano Oriente, resulta muy revelador de cómo se afianza más en nuestro país la moda asiática también en el terreno de la difusión de las artes plásticas y suntuarias. Siendo la civilización del Lejano Oriente no sólo hermética por la distancia geográfica, sino por unos presupuestos muy distintos a los occidentales -y, en particular, en la concepción artística-, se comprende la tardanza comparativa para una asimilación popular a gran escala de formas culturales tan refinadas y extrañas. En todo caso, hay hoy afortunadamente muchos factores coadyuvantes que favorecen esta asimilación, incluso al margen de los hitos más publicitados, como, por ejemplo, puede ser el de la exhibición Guerreros de Xi'an, que ahora acopia grandes colas de público en el Centro de Arte 4º Depósito, de Madrid, como antes lo hizo en Barcelona.

En realidad, aunque los primeros contactos entre Europa y Asia se remontan hasta la Antigüedad y nunca se rompieron del todo, se hicieron más fluidos a partir del siglo XVIII y, desde entonces, no han dejado de prosperar, ahondándose el mutuo conocimiento y el intercambio de influencias. En todo caso ha llegado el momento de hacer planteamientos cada vez más precisos y concretos, que nos saquen de lo excesivamente generalista, o, si se quiere, "fácil", como es el caso de las tres exposiciones que aquí se resaltan, ciertamente muy diferentes entre sí. La más notable es, sin duda, la de la joyería de la India mogola, que nos revela el formidable tesoro artístico de muy diversos trabajos de orfebrería, piedras preciosas engastadas, piedras duras embutidas, repujado y grabado en metales nobles, esmaltes, ataujía y damasquinado, objetos de jade, gemas esculpidas y cuanto imaginarse pueda en relación a las artes suntuarias más deslumbrantes, un conjunto fechado en su mayor parte hacia el siglo XVII.

Lo que nos ofrece el Museo Cerral-

bo, empleando en el título de la convocatoria la significativa expresión popular de "lujo asiático", es, paradójicamente, comparado con lo anterior, menos suntuoso, pero no por ello, ni mucho menos, carente de interés. La especialidad del tan acreditado coleccionista que fue el marqués de Cerralbo no era el mundo artístico del Lejano Oriente, pero su ajuar doméstico contenía un número de piezas chinas y japonesas, de enorme variedad, y, aunque, por lo general no muy antiguas, algunas de calidad notable, como para montar una muestra muy atrayente y, a la par, muy ilustrativa de cómo, en nuestra época, a partir del XIX, se fue imponiendo esta moda orientalista.

Por último, los retratos en bronce del Tíbet, que se exhibe en la Fundación Godia, de Barcelona, seleccionados entre los siglos XIII y XIX, nos ofrece medio centenar largo de estatuas que representan a los grandes maestros del budismo tántrico, un fascinante microcosmos, cuya evolución artística refleja el paso del tiempo entre el hieratismo estereotipado inicial y una cada vez mayor libertad, que nunca, sin embargo, quiebra el molde espiritual que inspira esta principalmente manifestación piadosa.

Una de las piezas de la India mongola.

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