Con frecuencia
Con relativa frecuencia, la calle de Alcalá, en el tramo que va desde el cruce con la calle de Sevilla a la Puerta del Sol, se ve invadida de coches lujosos, de gran cilindrada, con muchas antenas y lunas tintadas, aparcados a ambos lados de la misma en doble y triple fila. A su alrededor, una gran cantidad de chóferes y guardaespaldas que esperan a sus ocupantes principales, que posiblemente almuerzan en el Casino de Madrid. Y todo ello ante la pasividad manifiesta de los guardias municipales. Unas veces son políticos; otras, banqueros y empresarios, o, generalmente, una mezcla de todos ellos...
Con relativa frecuencia, la calle de Alcalá, en el tramo que va desde el cruce con la calle de Sevilla a la Puerta del Sol, se ve invadida de coches lujosos, de gran cilindrada, con muchas antenas y lunas tintadas, aparcados a ambos lados de la misma en doble y triple fila. A su alrededor, una gran cantidad de chóferes y guardaespaldas que esperan a sus ocupantes principales, que posiblemente almuerzan en el Casino de Madrid. Y todo ello ante la pasividad manifiesta de los guardias municipales. Unas veces son políticos; otras, banqueros y empresarios, o, generalmente, una mezcla de todos ellos (gente principal, que diría el clásico).
Considero indignante esta obscena e impúdica ostentación de poder, supongo que a costa de nuestros impuestos, y este manifiesto desprecio a la ley. Como en numerosas ocasiones he podido comprobar, si a un ciudadano cualquiera se le ocurre aparcar su vehículo un momento en ese tramo, transcurre muy poco tiempo hasta que el guardia, cumpliendo con su deber, aparece a sancionarle o urgirle a retirar el vehículo. ¿Seremos acaso todos iguales ante la ley?