Una pionera en el barrio de Goya
El locutorio que la ecuatoriana Rosa Ávila puso hace cinco años no ha tenido competencia hasta hace apenas unos meses
Los locutorios, establecimientos muchas veces también dedicados al envío internacional de dinero, se han multiplicado en los últimos años. En Centro, Ciudad Lineal o Tetuán es difícil dar un paso sin encontrarse con uno de estos locales. No así en Salamanca. "No, aquí no hay ninguno", responde la quiosquera de la calle de Goya, una de las zonas comerciales más caras de España. Pero sí existen. Pocos, pero están ahí.
A cinco manzanas, en la otra punta del barrio de Goya, se encuentra desde hace cinco años Ecuatoriana de Productos, un locutorio y minimercado de productos latinoamericanos....
Los locutorios, establecimientos muchas veces también dedicados al envío internacional de dinero, se han multiplicado en los últimos años. En Centro, Ciudad Lineal o Tetuán es difícil dar un paso sin encontrarse con uno de estos locales. No así en Salamanca. "No, aquí no hay ninguno", responde la quiosquera de la calle de Goya, una de las zonas comerciales más caras de España. Pero sí existen. Pocos, pero están ahí.
A cinco manzanas, en la otra punta del barrio de Goya, se encuentra desde hace cinco años Ecuatoriana de Productos, un locutorio y minimercado de productos latinoamericanos. La avena Quaquer (cereales para el desayuno), o la harina para hacer arepas son "los productos más demandados", asegura Rosa Ávila, ecuatoriana de 43 años que lleva 16 viviendo en Madrid.
El suyo fue el primer locutorio del barrio y, hasta hace unos meses, no han llegado a la zona más establecimientos similares. A pesar de la reciente competencia, se mantiene, dice. Su clientela es mayoritariamente latinoamericana. "Algunos viven en el barrio", dice, pero también a los innumerables empleados inmigrantes que trabajan en el enorme entramado comercial que representa el eje de las calles de Goya y de Serrano. "También vienen españoles a hacer llamadas", asegura, "para llamar a móviles, porque les sale más barato, o porque las cabinas se les tragan las monedas". La mala imagen que han proyectado estos establecimientos, donde se ha descubierto que en ocasiones son tapaderas de negocios ilegales, no le afecta al suyo, asegura Rosa: "Llevo 16 años viviendo en el barrio y saben que soy buena gente".
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