Crítica:

Feminismo y amargura

"Lo que las hijas han ganado y perdido respecto a sus madres". La veterana feminista Lidia Falcón da una respuesta acre al subtítulo de su libro Las nuevas españolas. Es la visión de una feminista de brío y largo recorrido frente a la situación de las jóvenes. ¿Para esto hemos hecho una guerra? Una interrogación de ese jaez subyace en un texto que repasa batallas ganadas y pugnas perdidas con la certeza de que dista mucho para la victoria.

abogada y periodista, aborda su última obra con dos líneas de trabajo: la recopilación de estudios y las entrevistas con chicas jóvenes, sobre...

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"Lo que las hijas han ganado y perdido respecto a sus madres". La veterana feminista Lidia Falcón da una respuesta acre al subtítulo de su libro Las nuevas españolas. Es la visión de una feminista de brío y largo recorrido frente a la situación de las jóvenes. ¿Para esto hemos hecho una guerra? Una interrogación de ese jaez subyace en un texto que repasa batallas ganadas y pugnas perdidas con la certeza de que dista mucho para la victoria.

Lidia Falcón (Madrid, 1935),

LAS NUEVAS ESPAÑOLAS

Lidia Falcón

La Esfera de los Libros

Madrid, 2004

270 páginas. 17 euros

abogada y periodista, aborda su última obra con dos líneas de trabajo: la recopilación de estudios y las entrevistas con chicas jóvenes, sobre todo de clase media. Previamente, traza un panorama sombrío sobre la educación y entona un mea culpa generacional por la permisividad con que se ha formado a las nuevas generaciones. "Queríamos hijos liberados y fabricamos niños psicópatas", plantea con amargura. "Algo ha fallado en la preparación de los jóvenes". Y ese algo está ya en la infancia: los pequeños reciben valores tipo Shinosuke, el niño imposible que cada dos por tres se baja los pantalones en una polémica serie de dibujos que escandaliza a la autora.

Falcón, que reflexiona igualmente a partir de sus propias obras (Trabajadores del mundo, ¡rendíos!, Cartas a una idiota española, entre otras), se detiene en el paro juvenil, entre otros problemas. Y a la vista del panorama de una sociedad que ensalza la juventud al tiempo que le niega necesidades básicas, llega a la conclusión de que ser joven es "un drama". Y si se es del sexo femenino, más. Por eso no le extraña, aunque le duela, el desencanto de las jóvenes frente a los problemas que deben arrostrar y que incluyen un machismo vivo y coleante.

Tampoco la sexualidad o la afectividad se salvan. La autora se pregunta si hemos superado el siglo XIX, ya que "el abandono de las jóvenes por su pareja, sobre todo en momentos de crisis, sigue vigente, como el engaño, el adulterio, la prostitución y los malos tratos". Por si fuera poco, el hedonismo, la perversión del ocio campan por sus respetos, según Falcón. Y corre la droga.

Las conclusiones son tam-

bién el resultado de entrevistar a decenas de jóvenes, de recorrer sus escenarios: desde las discotecas de público empastillado hasta recintos universitarios o pisos de los suburbios. El denominador más común es la desesperanza, la falta de oportunidades y, por supuesto, de igualdad real en todos los ámbitos, poder incluido. "Las mujeres siempre han sido iguales a los hombres para lo malo". Pero aún no lo son para lo bueno. Y muchas ni siquiera se rebelan.

Por momentos indignada o estupefacta, Lidia Falcón aprovecha también para recordar a las jóvenes lectoras las condiciones de vida de las españolas durante la dictadura franquista. Ese no poder siquiera abrir una cuenta corriente sin permiso del marido. Ahora sí pueden hacerlo, pero a veces falta el dinero para hacerlo. "Una sola cuestión diferencia sustancialmente a las jóvenes de hoy de la generación de sus madres: ya no quieren tener hijos", afirma. Aunque todo cambie, todo sigue igual. O casi.

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