Columna

Líneas circulantes

Dos exposiciones de dos artistas guipuzcoanos. Uno, Juan Chillida (San Sebastián, 1956), es hijo del pintor Gonzalo Chillida, por tanto sobrino del escultor Eduardo Chillida. Muestra sus filiformes esculturas, trazadas con alambres finos, en la galería bilbaína Epelde & Mardaras (Conde Mirasol, 1). Hay piezas presentadas sobre la pared al modo de dos dimensiones y otras colocadas en torno al espacio. Las primeras de esta segunda versión aparecen apoyadas sobre el suelo, en tanto las otras van colgadas del techo en una especie de vuelo espacial. Son esculturas donde no existe ni el lleno...

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Dos exposiciones de dos artistas guipuzcoanos. Uno, Juan Chillida (San Sebastián, 1956), es hijo del pintor Gonzalo Chillida, por tanto sobrino del escultor Eduardo Chillida. Muestra sus filiformes esculturas, trazadas con alambres finos, en la galería bilbaína Epelde & Mardaras (Conde Mirasol, 1). Hay piezas presentadas sobre la pared al modo de dos dimensiones y otras colocadas en torno al espacio. Las primeras de esta segunda versión aparecen apoyadas sobre el suelo, en tanto las otras van colgadas del techo en una especie de vuelo espacial. Son esculturas donde no existe ni el lleno ni el vacío; se las puede definir como líneas en el espacio. Tienen bastante concomitancia con el mundo mágico de Alexander Calder, en cuanto a que, en cierto modo, algunas de las esculturas equivalen a las tripas de aeroplanos que no vuelan, y en determinados momentos recuerdan a aquellas jaulas para pájaros libres que proponía poética y metafóricamente Remigio Mendiburu hace muchos años.

Después de vistas estas sutiles piezas, se percibe que existen enormes posibilidades de abrirse a la realización de esculturas de grandes dimensiones. No obstante la gestación de esas esculturas de generosas dimensiones -e incluso de complejo y gran entramado estructural-, lo realmente significativo es que no pierdan nunca de vista la gracilidad que le otorga la sensitiva ejecución a través de los finos alambres, esas hermosas líneas circulantes por el espacio.

El otro artista, Edu López (San Sebastián, 1964), lleva residiendo muchos años en Bilbao. Por estos días expone un ramillete de acrílicos, mayoritariamente de pequeño formato, en la galería Espacio Marzana (Muelle Marzana, 5) de Bilbao. En una sola pared presenta una veintena de obritas. Cada una tiene su vida; pero esa vida toma más cuerpo - esto es, más vida- gracias al juego de relaciones entre unas obras y otras. Nos propone cada obra como foco único de mirada, para que el cuadrito próximo posea su otro foco único, y así sucesivamente, en un afán incontenible por ver cómo se verifican resolutivamente los contrastes entre las obras.

Trabaja muchos de sus cuadros con refencias a otros artistas, como puedan serlo Ortega Muñoz, Philip Guston, Roy Lichtenstein y otros. En cierto modo renuncia voluntariamente a la condición de autor, para dejar en la ambigüedad de la mirada la idea de que su estilo es no tener estilo.

La muestra recuerda sobremanera a otras exposiciones suyas. No hay sorpresa alguna. Se diría que este artista se resiste a crecer. Tal vez confía demasiado en su capacidad pictórica de seducción. ¿Esa capacidad de encantamiento puede durar toda la vida? Quizá...

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