Reportaje:ESCAPADAS | Horcajuelo

Un tesoro de pueblo

Casas de pizarra, museos, molinos, prados y robledos adornan la aldea mejor conservada de la Sierra Norte

Durante siglos, en Horcajuelo se deshicieron de las bolas yerrizas como de tantas otras cosas que no se podían plantar en los huertos ni dar de comer a las vacas, así fuesen, como de hecho eran, granates del tamaño de una nuez. Pero allí fue que, a finales del XVIII, científicos centroeuropeos comenzaron a recorrer el abrupto extremo septentrional de Madrid y a hacerse lenguas de su riqueza en minerales, incluido uno nuevo, un silicato de aluminio al que pusieron por nombre andalucita porque pensaron, disculpando la ignorancia de los nativos con otra mayor, que esto era Andalucía.
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Durante siglos, en Horcajuelo se deshicieron de las bolas yerrizas como de tantas otras cosas que no se podían plantar en los huertos ni dar de comer a las vacas, así fuesen, como de hecho eran, granates del tamaño de una nuez. Pero allí fue que, a finales del XVIII, científicos centroeuropeos comenzaron a recorrer el abrupto extremo septentrional de Madrid y a hacerse lenguas de su riqueza en minerales, incluido uno nuevo, un silicato de aluminio al que pusieron por nombre andalucita porque pensaron, disculpando la ignorancia de los nativos con otra mayor, que esto era Andalucía.

Atraídos por aquella disparatada versión de Eldorado, y hasta bien entrado el siglo XIX, menudearon los buscadores de metales preciosos que dejaron estos montes más agujereados que el coche de Bonnie & Clyde, pero que no lograron a la postre el fruto soñado.

A semejanza de los arroyos, el caserío dibuja sobre la ladera una i griega

Testimonio de ello, en Horcajuelo, es la mina de plata que bosteza a dos kilómetros monte arriba, camino de Somosierra, así como el anejo polvorín al que los vecinos, que no sabían de minerales pero sí de las bromas de la fortuna, llamaron Casa Pitorreo, certera gracia, muy andaluza por cierto, con la que aún figura en los mapas.

Bien puesto está también el nombre de Horcajuelo, pues el pueblo se alza, en efecto, sobre un horcajo (o confluencia), el de los arroyos Grande y de la Garita, con sus casitas de pizarra y teja árabe apiñadas para darse calor en la solana del cerro Cebollera, entre robledales que el otoño, ese gran alquimista, torna de oro. Y es que el tesoro de Horcajuelo, el más precioso don que la naturaleza le ha dado, nunca estuvo bajo tierra, sino a la vista de todos.

A semejanza de los arroyos, el caserío dibuja sobre la ladera una i griega, forma que evoca, haciendo doblemente bueno el nombre de Horcajuelo, un horcajo de los que antaño se usaban para uncir las mulas o una horca para aventar mieses. Está la calle principal, donde se erige la iglesia de San Nicolás de Bari, del siglo XV, con una deslumbrante capilla gótica. Y, desgajándose de aquélla poco más abajo del templo, está la calle Blanca, a lo largo de la cual se suceden bellos ejemplos de casas construidas a la antigua usanza: minúsculos vanos, gruesos cargaderos de roble, hornos adosados y, para que no se pierdan en el olvido, trillos a modo de portones.

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Horcas y horcajos pueden verse en la planta baja del Museo Etnológico, dedicada a los trabajos del campo. En la primera se reproduce fielmente un viejo hogar serrano: la lóbrega cocina, la sórdida despensa y las microscópicas alcobas, sin otro ropero que un arcón ni más alegría decorativa que un crucifijo clavado en la pared de argamasa de barro y paja. Y, ya en el desván, se muestra el vestir tradicional, que, al hacer un frío pelón, consistía en llevar hasta seis sayas sobrepuestas. Curiosamente, ninguna de las muchas prendas tenía bolsillo y había que usar (otra más) faldriquera.

En el otro museo del pueblo, el de la vieja fragua, se conservan el fuelle, el hogar, el yunque, la pila para enfriar el metal y las herramientas con las que el herrero (uno hubo hasta 1991) reparaba los aperos agrícolas y fabricaba las herraduras necesarias para calzar a las mulas y a las vacas, animales que solían formar tándem en las faenas, pues la agricultura, de autoabastecimiento, no dejaba margen para adquirir más de una caballería. Nada que ver, ciertamente, con la abundancia que hoy se advierte en los restaurantes de Horcajuelo, que hasta jornadas gastronómicas organizan y a sus clientes habituales cumplimentan con boletines informativos.

Para abrir el apetito se ofrecen dos hermosos paseos. Uno, subir al viejo molino por el camino de las Pilillas (dos horas, ida y vuelta). Y el otro, rodear el cerrete en el que descuella la ermita de la Soledad (media hora), gozando de una vista perfecta del pueblo, como de postal, y de una paz que sólo puede compararse con la que tienen los moradores del vecino camposanto, después de tantos trabajos.

Alojamientos con vistas

- Cómo ir. Horcajuelo de la Sierra dista 90 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Burgos (A-1) y desviándose en el kilómetro 85. Hay autobuses de Continental Auto (tel. 91 314 57 55).

- Qué ver. Museos Etnológico y de la Fragua (tel. 91 869 70 22): visita conjunta, guiada y gratuita; jueves, viernes y sábados, a las 12.00, 13.00, 16.00 y 17.00; domingos y festivos, a las 12.00 y 13.00. Además, iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, potro de herrar, molino, ermita de la Soledad y casas de arquitectura tradicional.

- Alrededores. En Montejo de la Sierra (a 2 km): hayedo del Chaparral. En La Hiruela (a 12 km): senda de los Molinos. En Somosierra (a 13 km): dehesa boyal y cascada del Chorro. En Buitrago del Lozoya (a 14 km): Museo Picasso, torre del Reloj y castillo.

- Comer. El Pajar de Carmina (teléfono, 91 869 71 52): ensalada de langostinos con jabugo, solomillo con foie al vino dulce y, en otoño, platos de caza y setas; precio medio, 30 euros. La Posada de Horcajuelo (tel. 670 33 39 77): judiones de la sierra, ensaladas con productos frescos de la huerta y carnes de primera; 20 euros.

- Dormir. La Posada de Horcajuelo (tel. 670 33 39 77): seis habitaciones con chimenea y vistas al valle del arroyo de la Garita; doble, 55 euros. La Ladera (tel. 666 47 34 16): en las viejas eras, seis coquetas casas de piedra, también con chimenea y excelente panorama; 50- 60 euros. Pozas (tel. 91 869 70 58): un estudio para dos personas y cuatro casas de cuatro plazas; 41-61 euros. Los Toriles (tel. 91 869 70 58): dos alojamientos de dos plazas; 51 euros.

- Compras. Decoración Valenzuela (De la Fuente, s/n): mueble rústico, telas, tapizados, ropa, calzado, complementos y restauración.

- Más información. Oficina de Turismo de Horcajuelo (tel. 91 869 73 27): sólo viernes y fin de semana. Mancomunidad Sierra del Rincón (tel. 91 869 70 58). En Internet: www.sierranorte.com

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