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UE: hacer inteligente un pacto 'estúpido'

HACE BASTANTES MESES, cuando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que rige las reglas presupuestarias de los países del Eurogrupo entró en coma, el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, lo calificó como "un pacto estúpido". Se refería con ello a la imposibilidad de hacerlo cumplir en un periodo de estancamiento económico.

La Comisión Europea de su sucesor, Durão Barroso, tiene como una de sus misiones más significativas hacer compatible el PEC con la realidad, y descargarlo de una ideología fundamentalista que le impedía funcionar, y que han hecho saltar por l...

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HACE BASTANTES MESES, cuando el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que rige las reglas presupuestarias de los países del Eurogrupo entró en coma, el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, lo calificó como "un pacto estúpido". Se refería con ello a la imposibilidad de hacerlo cumplir en un periodo de estancamiento económico.

La Comisión Europea de su sucesor, Durão Barroso, tiene como una de sus misiones más significativas hacer compatible el PEC con la realidad, y descargarlo de una ideología fundamentalista que le impedía funcionar, y que han hecho saltar por los aires los países que quieren recuperar la senda del crecimiento (cuyo paradigma son los EE UU de Bush).

La reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento tiene mucho que ver con la personalidad política de quien la está elaborando: Joaquín Almunia. Es una reforma moderada, pragmática y, sobre todo, consensuada

El choque del PEC con la realidad se produjo definitivamente en septiembre de 2003, cuando el Consejo de Ministros del Eurogrupo suspendió las sanciones que correspondían a Alemania y Francia por haberse saltado reiteradamente el tope de un 3% de su PIB de déficit público, y que les había impuesto el entonces comisario de Economía Pedro Solbes. Diez meses después, el Tribunal de Luxemburgo definió que dicho Consejo de Ministros no tenía derecho a suspender la aplicación de las reglas comunitarias.

Pero el daño al PEC en términos de credibilidad ya estaba hecho, y Pedro Solbes había volado -con no muchas ganas- de la comisaría europea a la vicepresidencia del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Solbes había iniciado los esfuerzos para flexibilizar el PEC, pero esa tarea correspondió a su sucesor, el también español Joaquín Almunia.

Tras unos meses de estudio, Almunia ha presentado una reforma del PEC, que es la que ahora está en discusión, y que tiene que ver mucho con su personalidad política: es una reforma moderada, pragmática y, sobre todo, consensuada. Con un objetivo final: dotar a los países de la zona del euro de unas reglas del juego presupuestario creíbles y factibles -no estrechas ni voluntaristas-, que sean el inicio de un Gobierno económico europeo, que por ahora no dispone ni de un presupuesto digno de tal nombre, ni de una política económica y financiera común. Un PEC que funcione sería el anclaje imprescindible para avanzar.

La reforma Almunia no elimina los topes máximos de un 3% de déficit público y de un 60% de deuda pública que puede tener un país que actúa dentro de la moneda única (para variarlos habría que modificar el Tratado de la UE), pero tiene en cuenta para su cumplimiento el ciclo económico (no se computa año a año) y las circunstancias coyunturales de cada país (por ejemplo, un país que tenga poca deuda pública, esté haciendo reformas estructurales en las pensiones por el envejecimiento de su población o padezca tasas de crecimiento muy pobres podrá ser más flexible en cuanto a su déficit público anual).

Decía Keynes que sus recetas para salir del estancamiento no eran una calle de dirección única. Si para salir de la depresión y del paro había un remedio (endeudarse), cuando llegara la recuperación era imprescindible volver al superávit. Pero entonces, los intereses creados en las dificultades (subvenciones empresariales, ayudas sindicales) lo hacían muy difícil. La reforma Almunia cubre esa dificultad, pues quiere dotar a la Comisión Europea de los instrumentos (las "alarmas precoces") para advertir a los países sobre problemas presupuestarios futuros, incluso cuando en ese momento estén por debajo del 3% de déficit que admite el PEC.

De los 12 países que forman la eurozona, la mitad -con el 80% del PIB comunitario- incumple en la actualidad el PEC. La reforma Almunia pretende que éste sea consecuente con su nombre y también con su apellido: estabilidad y crecimiento ("Europa necesita crecimiento y más puestos de trabajo", dijo Almunia). Su texto lo avalan la Comisión y el Parlamento Europeo. Si entra en vigor en 2005 y se aprueba la Constitución, Europa habrá dado un paso importante.

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