Reportaje:

Los muertos de la calle Fueros

El descubrimiento de los cuerpos de cuatro presuntos soldados franceses actualiza la memoria de la batalla de Vitoria

El descubrimiento de restos humanos en los bajos de cualquier edificio de una ciudad cualquiera alarmaría a las autoridades municipales y a la policía de inmediato. En Vitoria, no. En la capital alavesa, las investigaciones de este tipo se toman con calma. Y con razón. Lo primero que se comprueba es la antigüedad de los cadáveres, y como tengan apariencia de ser centenarios, pronto se deduce su procedencia: la famosa batalla de Vitoria, ocurrida el 21 de junio de 1813, en la que las tropas del duque de Wellington y el general Álava derrotaron al ejército de Napoleón en retirada hacia la fronte...

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El descubrimiento de restos humanos en los bajos de cualquier edificio de una ciudad cualquiera alarmaría a las autoridades municipales y a la policía de inmediato. En Vitoria, no. En la capital alavesa, las investigaciones de este tipo se toman con calma. Y con razón. Lo primero que se comprueba es la antigüedad de los cadáveres, y como tengan apariencia de ser centenarios, pronto se deduce su procedencia: la famosa batalla de Vitoria, ocurrida el 21 de junio de 1813, en la que las tropas del duque de Wellington y el general Álava derrotaron al ejército de Napoleón en retirada hacia la frontera.

Así ha ocurrido recientemente, cuando las obras que se realizaban en una lonja del número 31 de la calle Fueros afloraron el enterramiento de cuatro personas en lo que parecía una fosa común. No era un enterramiento reciente. Podía haber correspondido a la guerra civil, a la represión que ejercieron en la ciudad los sublevados triunfantes en 1936; o a alguna de las guerras carlistas, también presentes en la zona, como el sábado recordaba la conmemoración de la batalla de Alegría.

Los cuatro soldados pudieron morir en la desbandada que siguió a la derrota

Pero ninguno de esos episodio fue tan cruento como la batalla de Vitoria. Esa acción bélica dejó tal reguero de muertos que, por prudencia sanitaria y sentido común, obligó a inhumar a los fallecidos en fosas improvisadas. La trascendencia de aquel combate fue tal que Beethoven llegó a escribir una composición inspirada en ella y un gran monumento preside el centro de la plaza de la Virgen Blanca en su recuerdo.

A la espera de los resultados de los análisis que realice el Instituto Anatómico Forense de Madrid, la hipótesis más fundada señala que los cadáveres descubiertos pertenecen a soldados franceses que huían derrotados del campo de batalla, perseguidos por el ejército anglo-español comandando por Wellington y el general Álava. Y, aunque no se han encontrado restos de uniformes que así lo ratifiquen, "todos los indicios apuntan a que se trata de infantes de las tropas de Napoleón", señala Amelia Baldeón, directora del Museo Arqueológico de Vitoria y responsable del equipo de arqueólogos que investiga el lugar.

Aquel 21 de junio de 1813, los 10.000 habitantes de Vitoria ni se enteraron de que vivía el solsticio de verano: desde el amanecer, 70.000 soldados de uno y otro ejército se movían por los alrededores de la ciudad, sobre todo al Suroeste, en una zona comprendida entre La Puebla de Arganzón y Durana, pasando por Trespuentes. Los de Napoleón se retiraban hacia Francia un lustro después de haber llegado a España, donde su espíritu ilustrado imperial no fue bien recibido nunca, salvo en determinados círculos de intelectuales.

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La batalla se libró principalmente en lo que hoy es el polígono industrial de Jundiz. Allí, bajo centenares de pabellones industriales, reposan los restos de la mayoría de los 5.000 muertos en los combates, abandonados por sus compañeros. La mayor parte, en fosas comunes de 30 o 40 cadáveres, ya que las creencias de la época no hacían factible su inhumación en tierra sagrada, sin olvidar la urgencia sanitaria de evitar las epidemias que provoca la putrefacción de los cuerpos.

Los supervivientes huyeron. Pero, no es difícil imaginar que el repliegue del ejército napoleónico, batido y hostigado por sus enemigos, no fue todo lo ordenado que deseaban sus generales. Unos se retiraron hacia la frontera por el Camino Real de entonces, que pasaba por el centro de Vitoria y seguía por Gamarra hacia Salinas de Léniz, Mondragón y Bergara. Otros, por la vieja vía de Salvatierra y el túnel de San Adrián. Además, hay que tener en cuenta que la Vitoria de entonces estaba amurallada y terminaba en la recién inaugurada plaza de España, diseñada por Olaguibel. En la actual calle Fueros había huertas y tierras de labor, salpicadas por alguna chabola de labradores.

¿A quiénes corresponden entonces los cuatro cuerpos hallados y cómo murieron? El historiador José María Ortiz de Orruño, autor entre otros de la monografía La batalla de Vitoria, 175 años después, cree que son los cadáveres de cuatro soldados franceses despistados, "que se habían quedado descolgados del grupo que huía de la batalla". "Y murieron", concluye el historiador, "bien a manos de los soldados del general Álava, que había conseguido de Wellington que fueran sus tropas las que entraran en Vitoria para evitar saqueos, bien a manos de los propios vitorianos, crecidos porque sabían que los franceses habían perdido la batalla".

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