Reportaje:

De luto riguroso

Decenas de personas se acercan a ver los estragos producidos por el fuego en el parque natural

Tres generaciones de la misma familia contemplaban ayer la destrucción dejada por las llamas en la parte de la Sierra Calderona más próxima al Castillo de Serra. Los Valero, como se les conoce en Serra, miraban la ladera de un monte que parecía un cementerio, con los troncos negros, encogidos, oficiando de cruces. De luto riguroso.

Los tres varones formaban parte de un fenómeno más amplio que llevó a decenas de personas a acercarse a ver los restos después del incendio. El aumento del tránsito llevó al Ayuntamiento de Náquera a poner en marcha un dispositivo para regular el tráfi...

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Tres generaciones de la misma familia contemplaban ayer la destrucción dejada por las llamas en la parte de la Sierra Calderona más próxima al Castillo de Serra. Los Valero, como se les conoce en Serra, miraban la ladera de un monte que parecía un cementerio, con los troncos negros, encogidos, oficiando de cruces. De luto riguroso.

Los tres varones formaban parte de un fenómeno más amplio que llevó a decenas de personas a acercarse a ver los restos después del incendio. El aumento del tránsito llevó al Ayuntamiento de Náquera a poner en marcha un dispositivo para regular el tráfico en el interior del núcleo urbano.

Fuera de la población no hubo aglomeraciones. Se trató más bien de un goteo constante y algo solemne de coches, en su mayoría provenientes de localidades cercanas.

El tipo de personas variaba, pero el rito solía ser el mismo. Desviarse de la carretera comarcal que cruza Náquera por alguna de las pistas forestales, bajar del coche, y mirar el desastre unos minutos antes de marcharse.

Había quien hacía recuento del número de incendios que han asolado las mismas pinadas, como Jesús, el mayor de Los Valero. Su hijo, también Jesús, recordaba que hace 40 años, "antes de que empezara el boom de la construcción", el monte estaba limpio porque cada cual se encargaba de mantener limpia su parcela.

Todo desastre despierta conjeturas. Para Jesús, hijo, algo así no puede ser obra de un pirómano. "Hay un chico que ha prendido fuego tres o cuatro veces por aquí, pero durante el día, y sólo se quemaban dos o tres pinos". Igual que a las autoridades, considera que el autor, en este caso, se tomó demasiadas molestias al elegir el sitio y la hora como para tratarse de "un loco".

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Los había también que lloraban, como la mujer de un matrimonio de Valencia, que veranea en Serra, y que alcanzaba a decir: "Una vergüenza, esto es una vergüenza".

Y había finalmente quienes tomaban fotografías, como los hermanos Damián y Javier Cabo, vecinos de Valencia y Xirivella respectivamente, que sentían rabia, no sospechaban de complots urbanísticos aunque creían necesario investigar a dónde irá a parar toda la madera muerta, y calculaban cuánto tiempo tardará en recuperarse: "Nosotros ya no lo veremos".

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