"No vi el sol durante los 20 días que estuve encerrado"

A pesar de que el anterior Reglamento de Extranjería explicitaba que los centros de inmigrantes debían disponer de un trabajador social, un médico, un abogado, un comedor y un espacio para que los internos tomaran el aire, la vieja terminal de Fuerteventura carecía de todo ello. Tampoco estaban permitidas las visitas. Dentro de aquella sala en permanente penumbra, sólo la distribución de la comida fría alteraba el lento discurrir de las 960 horas (40 días), plazo máximo que los inmigrantes pueden permanecer encerrados.

Hussein, un marroquí originario de Sidi Ifni, tuvo el dudoso honor d...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A pesar de que el anterior Reglamento de Extranjería explicitaba que los centros de inmigrantes debían disponer de un trabajador social, un médico, un abogado, un comedor y un espacio para que los internos tomaran el aire, la vieja terminal de Fuerteventura carecía de todo ello. Tampoco estaban permitidas las visitas. Dentro de aquella sala en permanente penumbra, sólo la distribución de la comida fría alteraba el lento discurrir de las 960 horas (40 días), plazo máximo que los inmigrantes pueden permanecer encerrados.

Hussein, un marroquí originario de Sidi Ifni, tuvo el dudoso honor de inaugurar la terminal. Fue apresado en 1999, cuando acababa de saltar de una patera, y trasladado al centro, que acababa de ser habilitado para encerrar inmigrantes. "Entonces todos los internos, unos 40 o 50, éramos marroquíes [con el tiempo, los subsaharianos se convertirían en mayoría]. Pasábamos los días dormitando en colchonetas tiradas en el suelo, esperando el momento de la repatriación. Apenas diferenciábamos las noches de los días, porque las luces del techo permanecían encendidas las 24 horas", declara a EL PAÍS. "Había dos váteres y dos lavabos. No había duchas. Por la mañana nos daban un zumo y un dulce; al mediodía, un bocadillo y una botella de agua, y por la noche, otro bocadillo y medio litro de leche".

La situación seguía prácticamente igual dos años más tarde. "Llegué al centro el 12 de septiembre de 2001", declaró a la ONG Human Rights Watch (HRW) otro interno que pidió el anonimato. "Es una prisión. Nosotros ni siquiera vimos el sol. Durante 20 días no vi el sol".

"Es como una prisión"

Ekow M., un nigeriano de 25 años, declaró: "Había un teléfono, pero no teníamos acceso a él. No sé por qué. Ni siquiera podíamos recibir llamadas. No teníamos acceso a las visitas. [La terminal] es más o menos como una pequeña prisión. No tienes acceso a nada. Tú estás ahí sólo para dormir, levantarte y hacer cualquier cosa. En el momento en que obtienes tu libertad es cuando tienes la posibilidad de empezar a buscar un abogado, sólo cuando llegas a Las Palmas [en la época en que Ekow M. estuvo internado no habían comenzado los traslados masivos a la Península y, pasados los 40 días de internamiento, los inmigrantes que no habían podido ser repatriados eran puestos en libertad en la capital grancanaria]".

Eric S., un camerunés de 31 años, se quejó de que "los policías no hablan francés ni inglés. No había traductor, nada. Tampoco abogado. En el aeropuerto tuve una entrevista de cinco o seis minutos durante la que me preguntaron cómo llegué aquí, si tenía papeles y cuál es mi nacionalidad. Todos firmamos papeles [se supone que la declaración que les presentó la policía], pero antes de la traducción. No sabíamos qué eran. No sé qué pasa si te niegas. Simplemente, firmas".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En