Columna

Mutis por el foro

Como en esos relatos fantásticos en que alguien sueña que despierta de un sueño en que soñaba que despertaba de un sueño en que se soñaba despertándose..., lo sucedido con la Feria de Teatro de San Sebastián, que tenía que celebrarse, pero no se ha celebrado esta semana, se me representa como un telón levantándose sobre otro telón que tiene otro telón de fondo.

Para resumir brevemente el argumento de este espectáculo -que es todo lo contrario de una obra, o si se prefiere, sólo una obra de demolición- hay que decir que los dos sindicatos mayoritarios en el sector, ELA y LAB, habían plan...

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Como en esos relatos fantásticos en que alguien sueña que despierta de un sueño en que soñaba que despertaba de un sueño en que se soñaba despertándose..., lo sucedido con la Feria de Teatro de San Sebastián, que tenía que celebrarse, pero no se ha celebrado esta semana, se me representa como un telón levantándose sobre otro telón que tiene otro telón de fondo.

Para resumir brevemente el argumento de este espectáculo -que es todo lo contrario de una obra, o si se prefiere, sólo una obra de demolición- hay que decir que los dos sindicatos mayoritarios en el sector, ELA y LAB, habían planteado una huelga de trabajadores del Patronato municipal de Cultura para esas fechas, en vista de lo cual, y para evitar el desplazamiento en vano de profesionales y compañías, el Ayuntamiento donostiarra decidió suspender el evento. Hay que añadir que el lunes pasado, los citados sindicatos acordaron desconvocar esa huelga que ya "no tenía sentido" al no haber feria (argumento en sí bastante esclarecedor). Y subrayar también que las compañías teatrales afectadas estiman en 600.000 euros las pérdidas que les ha ocasionado la suspensión.

Una feria de teatro es un evento cultural y entra por ello en el terreno de los servicios públicos
Hoy es difícil decidir quién padece y quién hace algunas historias; por ejemplo, las que surgen del mundo del trabajo

No voy a entrar en la parte íntima de este asunto -en el núcleo de las reivindicaciones en juego entre las partes, y de las razones de que no hayan alcanzado aún, después de muchas semanas de movilizaciones y paros, un acuerdo-, para centrarme en otros aspectos de ámbito mucho más general, o cuyo interés trasciende los límites de un colectivo concreto para afectarnos a todos. Albert Camus, que también era dramaturgo -autor de obras tan significativamente actualizables como El malentendido o Los justos-, escribió que un artista debe estar siempre del lado de quienes padecen la Historia y no de quienes la hacen. Pues bien, quiero levantar uno de los telones de fondo de esta columna sobre la dificultad de decidir hoy por hoy quién padece y quién hace algunas historias. Las que surgen, por ejemplo, en el mundo del trabajo.

Comparto el sentir, ampliamente extendido por otra parte, de que la protección sindical ha acabado concentrándose en los planetas laborales estables o estabilizados, abandonando a su suerte a los más desfavorecidos: a los satélites de la precariedad, la subcontratación o el empleo basura. En este caso concreto, los intereses de los trabajadores municipales (mayormente funcionarios en Cultura) no hay que leerlos sólo a la luz de su oposición al Ayuntamiento-patronal, sino a la sombra de los fragilizados intereses de los trabajadores (varios centenares) de todas esas compañías teatrales que contaban con la feria donostiarra para estrenar sus obras delante de los programadores, es decir, para tener la posibilidad de seguir representándolas en otra parte, a salto de bolo, y siempre sobre el difícil alambre del éxito o el fracaso. Y entonces el artista ya no puede dudar. Debe colocarse hoy del lado de todos esos actores y actrices, autores y técnicos que se han quedado sin actuar, esto es con mayor o menor literalidad, en la calle. (Camus no dijo que quien padece la Historia es a menudo el propio artista).

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Y subo ahora otro telón sobre el concepto, perfectamente aplicable a este caso, de excepción cultural. Una feria de teatro no es un evento industrial o comercial cualquiera al que puedan aplicarse criterios de oportunidad corrientes. Una feria de teatro es un acontecimiento cultural y entra por ello en el terreno de los servicios públicos, es decir, de esas figuras triangulares cuyo tercer vértice prioritario e incuestionable lo forman, más que los intereses, los derechos de los ciudadanos.

En el teatro el telón, real o simbólico, siempre se levanta frente al público, que es quien paga directa o indirectamente las entradas en todas las funciones. En esta particular disfunción el público se llama además contribuyente, y bajo la rúbrica de entradas caben muchas partidas, por lo que resulta todavía más incomprensible la suspensión decidida por nuestro Ayuntamiento. Ese mutis público por el foro.

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