OPINIÓN DEL LECTOR

Terra Especulamítica

Hace unos años, las faldas de Sierra Cortina, en las proximidades de Benidorm, estaban ocupadas por uno de los escasos parajes arbolados que quedaban en la zona, y en general, en la franja costera de Alicante. Uno de esos ejemplos de monte mediterráneo que se mencionan en los libros de texto del colegio. Pero un buen día ardió, sucumbió pasto de un incendio, y las cenizas humeantes de aquel fuego ya olían a negocio.

Poco después, aquel fue el lugar elegido para la construcción de Terra Mítica, un megaproyecto en el que puso todo su interés el anterior presidente Zaplana, muy en su línea...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hace unos años, las faldas de Sierra Cortina, en las proximidades de Benidorm, estaban ocupadas por uno de los escasos parajes arbolados que quedaban en la zona, y en general, en la franja costera de Alicante. Uno de esos ejemplos de monte mediterráneo que se mencionan en los libros de texto del colegio. Pero un buen día ardió, sucumbió pasto de un incendio, y las cenizas humeantes de aquel fuego ya olían a negocio.

Poco después, aquel fue el lugar elegido para la construcción de Terra Mítica, un megaproyecto en el que puso todo su interés el anterior presidente Zaplana, muy en su línea megalómana de proyectos faraónicos, pirámide incluida. Desde un principio las noticias sobre viabilidad y rentabilidad del parque fueron malas, y las de los últimos meses, más bien catastróficas. Parece que el parque, después de mantenerse unos años en la cuerda floja, finalmente, ha sido un fracaso.

Pero las apariencias engañan, y el fracaso es relativo. Sólo hace falta echar un vistazo a los alrededores del parque para ver que éste sólo era una lanzadera para el verdadero negocio. Las grúas hablan por sí solas.

Por fin, aquel olor de la ceniza se ha materializado. Terra Mítica era una excusa, un simple señuelo y, como tal ya ha cumplido su función. Ahora se ha convertido casi en un estorbo y no sería de extrañar que alguien esté pensando en derribarlo y aprovechar el suelo que ocupa en algo más rentable.

Resultado: pérdidas publicas y ganancias privadas. Una nueva victoria de la especulación salvaje, un nuevo ejemplo de cómo con ayuda de la rapiña y codicia humanas un ecosistema se cambia por otro. Nos queda el triste consuelo de que el número de fuegos se irá reduciendo porque los campos de golf nunca sufrirán un incendio.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En