Dueto disparatado y delirante

Últimamente, las intrigas de terror psicológico procedentes de Hollywood parecen estar escritas a dos bandas: por una persona que, hasta la mitad del metraje, crea unos planteamientos atractivos, unos personajes bien trazados y una trama inquietante, y por un incauto que recoge lo anterior para volverse directamente paranoico, darle la vuelta, huir de las explicaciones razonables y formar un delírium tremens que da más risa que miedo.

Desde luego, era imposible que la pandilla de niños que protagonizan la película, formada por el hijo de un demente internado en un psiquiátrico, u...

Últimamente, las intrigas de terror psicológico procedentes de Hollywood parecen estar escritas a dos bandas: por una persona que, hasta la mitad del metraje, crea unos planteamientos atractivos, unos personajes bien trazados y una trama inquietante, y por un incauto que recoge lo anterior para volverse directamente paranoico, darle la vuelta, huir de las explicaciones razonables y formar un delírium tremens que da más risa que miedo.

Desde luego, era imposible que la pandilla de niños que protagonizan la película, formada por el hijo de un demente internado en un psiquiátrico, un gordito acomplejado, más un par de hermanos (chico y chica), hijos de un corruptor de menores, acabara bien de la cabeza. Pero los que debían terminar como cabras eran ellos y no el espectador, que, sometido a un suplicio de inconcebibles revueltas del guión, llega un momento en el que tira la toalla ante semejante despropósito, en el que sólo se salvan el encanto de Amy Smart y la buena banda sonora de Michael Suby.

Un disparate en el que contribuye con un especial esfuerzo Ashton Kutcher, más conocido por ser el novio de Demi Moore que por sus interpretaciones, algo normal cuando de lo primero puede presumir infinitamente más que de lo segundo.