Cartas al director

La irracionalidad de las mochilas escolares

Recientemente, en pleno último trimestre escolar, he tenido que adquirir algo similar a una mochila para que mi hijo de diez años -matriculado en 5º de primaria- pueda portear los 9,6 kilogramos de sus libros de texto y cuadernos colegiales. Esta vez, y dado que es la segunda mochila que se rompe a lo largo del curso, hemos optado por comprar un pequeño trolley en la sección de artículos de viaje de unos grandes almacenes.

¿Cómo es posible que un niño de diez años haya de cargar con muchísimo más peso que un hombre o mujer de negocios? ¿A nadie se le ocurre que no se debiera tole...

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Recientemente, en pleno último trimestre escolar, he tenido que adquirir algo similar a una mochila para que mi hijo de diez años -matriculado en 5º de primaria- pueda portear los 9,6 kilogramos de sus libros de texto y cuadernos colegiales. Esta vez, y dado que es la segunda mochila que se rompe a lo largo del curso, hemos optado por comprar un pequeño trolley en la sección de artículos de viaje de unos grandes almacenes.

¿Cómo es posible que un niño de diez años haya de cargar con muchísimo más peso que un hombre o mujer de negocios? ¿A nadie se le ocurre que no se debiera tolerar que un niño cargue -o arrastre su trolley de aeropuerto- con una mochila cuyo peso se acerca a los 10 kilos?

Mientras que la tendencia general en el mundo de los adultos es la reducción del peso que se ha de cargar -piénsese en el caso paradigmático de los ordenadores portátiles o de los teléfonos móviles-, nuestra escuela sigue ajena a la evolución de los tiempos.

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Soy consciente de que la sección de cartas al director no es el lugar más apropiado para escribir un alegato contra la banalidad de los libros de texto, pero sepa el lector que hay algunos centros escolares -como el excelente colegio público La Navata, en Madrid- donde los niños y niñas no usan este tipo de libros. En su lugar utilizan libros de verdad, enciclopedias, fotocopias, Internet y un largo etcétera de recursos.

El resultado final no es sólo que los niños aprenden mucho más que bajo el reinado del libro de texto, sino que aprenden muchas más cosas y muchas más destrezas.

Por de pronto, aprenden a apreciar los libros, lo que es muy de agradecer en un país en el que en torno a la mitad de la población confiesa no leer ni tan siquiera un libro al año.

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