Tribuna:

El liderazgo como mentira: terrorismo y política del miedo

La forma en que han entendido los estadounidenses las elecciones españolas del 14 de marzo dice mucho acerca de qué es lo que ha ido mal en la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo, qué es lo que está bien en España y qué es lo que está mal en la América de Bush. El devastador atentado terrorista sufrido en Madrid se contempló aquí inicialmente con gran simpatía. La tragedia convirtió a los españoles en hermanos y hermanas del 11-S. "¡Ahora sabéis lo que tuvimos que pasar!", era el mensaje. "¡Y nosotros sabemos por lo que estáis pasando ahora!". Pero el significado de las elecciones ce...

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La forma en que han entendido los estadounidenses las elecciones españolas del 14 de marzo dice mucho acerca de qué es lo que ha ido mal en la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo, qué es lo que está bien en España y qué es lo que está mal en la América de Bush. El devastador atentado terrorista sufrido en Madrid se contempló aquí inicialmente con gran simpatía. La tragedia convirtió a los españoles en hermanos y hermanas del 11-S. "¡Ahora sabéis lo que tuvimos que pasar!", era el mensaje. "¡Y nosotros sabemos por lo que estáis pasando ahora!". Pero el significado de las elecciones celebradas tres días más tarde, de las que surgió la victoria de Zapatero y su Partido Socialista Obrero Español, fue ampliamente malinterpretado y distorsionado en Estados Unidos, no solamente por la Administración de Bush, sino por muchos analistas, incluyendo a "liberales" de los medios de comunicación, como Tom Friedman, de The New York Times. Mientras España se manifestaba en contra de la hipocresía, la Administración estadounidense seguía complaciéndose en ella.

En España, y de forma más general en Europa, estaba claro que el presidente Aznar no cayó porque se hubiera aliado con el presidente Bush en la guerra de Irak, sino porque había tergiversado los hechos acerca de quién había sido el responsable del atentado. Perseverando en su intento de achacar la culpa a los terroristas de ETA, bastante después de que hubiera quedado claro que la mayoría de las pistas señalaban a Al Qaeda, Aznar llamó a los directores de los periódicos para asegurarles que todos los indicios apuntaban a los terroristas vascos. Porque si los electores españoles creían que Al Qaeda era el culpable, entonces lo podrían interpretar como un fracaso de la guerra en Irak contra el terrorismo. De modo que Aznar censuró las pruebas, y los votantes estaban lo bastante indignados el domingo 14 por la mañana como para expulsarle de su cargo. Fue su reacción contra la impostura al estilo franquista de Aznar, y no el atentado en sí mismo, lo que parece haber llevado al PSOE desde los cinco puntos por debajo de las encuestas a una victoria de cinco puntos por encima. No fue una victoria para los terroristas, como intentaron alegar en sus críticas la derecha de Europa y Estados Unidos, sino una derrota para la hipocresía gubernamental.

De hecho, los aliados del presidente Bush en Europa, desde Blair hasta Berlusconi, pasando por Aznar, parecen haberse contagiado de la inclinación de Bush a convencer por medio del engaño y a mentir para liderar. Como denuncia un nuevo libro, Against all enemies (Contra todos los enemigos), del ex experto de Bush en la lucha contra el terrorismo, Richard A. Clarke, el día posterior al mortal desastre de las Torres Gemelas de Nueva York, el presidente Bush y sus colegas (¡al igual que Aznar!) estuvieron presionando para desviar la atención de Al Qaeda y dirigirla en este caso hacia Irak. Parece ser que el presidente Bush; el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y su lugarteniente, Paul Wolfowitz, estuvieron utilizando el atentado terrorista para renovar sus llamamientos a una guerra contra Irak, a pesar de que Clarke seguía asegurándoles que no había indicios de la implicación de Sadam. En palabras de Clarke: "Me sentía incrédulo... Caí en la cuenta, con un agudo dolor casi físico, de que Rumsfeld y Wolfowitz iban a intentar sacar provecho de esta tragedia nacional para avanzar su agenda respecto de Irak".

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Esta propensión a mentir para alcanzar objetivos, que el pueblo estadounidense podría no haber apoyado en otro caso, continuó con la distorsión de las pruebas sobre las armas de destrucción masiva en Irak hasta llegar a la cínica negativa a asignar a Afganistán los fondos prometidos para su reconstrucción después de la guerra. Más recientemente, el presidente Bush se ha mostrado cínicamente deseoso de volver a dividir la Europa que Estados Unidos lleva 60 años tratando de unir, para castigar a Francia y Alemania por su oposición a la guerra en Irak. En su reacción ante la victoria de Zapatero, Bush ha hecho caso omiso de los engaños de Aznar tras los atentados de Madrid y ¡ha intentado describir el voto como un acto cobarde de "apaciguamiento" por parte del pueblo español, en el que se permitió a los terroristas que decidieran el resultado de unas elecciones democráticas!

Se puede comprobar hasta qué punto ha sido alarmante la victoria de la hipocresía sobre la transparencia en los medios estadounidenses en el grotesco análisis que hace Tom Friedman de las elecciones españolas. Friedman es probablemente el analista más influyente de Estados Unidos, y ciertamente es el analista liberal más influyente. Escribe, sin estar capacitado para ello, que los resultados de las elecciones españolas son "lo que sucede cuando el Eje del Mal se cruza con el Eje del Apaciguamiento". Compara la retirada de las tropas españolas de Irak con el apaciguamiento de Chamberlain ante Hitler. La Administración de Bush no solamente ha desorientado, falseado y mentido acerca de las armas de destrucción masiva en Irak y sobre la reconstrucción de Afganistán, sino que ha hecho de la hipocresía el signo distintivo de su campaña electoral contra el senador Kerry, acusándole de charlatanería al tiempo que encubre sus propias mentiras sobre Irak. El Gobierno ha utilizado obstinadamente el terrorismo como excusa, tanto para perseguir otros fines como para amortiguar las críticas internas. Poco después del 11-S, el secretario de prensa, Ari Fleischer, dijo a los estadounidenses que "tenían que vigilar lo que decían, vigilar lo que hacían". La Ley Patriótica asociaba el patriotismo con el silencio y la obediencia en vez de con el pensamiento crítico y la libre expresión.

La hipocresía ha definido también el programa económico de Bush. Ante la llamada "recuperación sin empleo", que ha traído una mejora de la economía y ha hecho repuntar el mercado de valores sin proporcionar nuevos puestos de trabajo, la Administración ha tratado el desempleo como si fuera una aberración transitoria, en vez de la consecuencia de una estrategia consciente para reavivar los beneficios eliminando y subcontratando puestos de trabajo o trasladándolos al extranjero. Quita importancia al verdadero alcance del desempleo al no contabilizar a aquellos que llevan más de un año sin trabajo, y utilizando cifras agregadas que ocultan la cruda realidad del paro entre los obreros de la industria o entre los afroamericanos, entre los que el paro es mucho más grave.

Los secuaces del presidente Bush imitan a su líder. El secretario de Educación, Paige, furioso ante la resistencia al programa educativo sin consolidar de Bush, Leave no Child Behind

[No dejar atrás a un solo niño], y utilizando el terrorismo para censurar a los maestros, dijo recientemente que su sindicato era "una organización terrorista". Es de suponer que los maestros de párvulos son la más reciente incorporación al Eje del Mal. Justamente hace dos semanas, el presidente del Banco Federal, Alan Greenspan, anunció de forma dramática que la Seguridad Social -el fondo público de pensiones de Estados Unidos- se estaba arruinando. Pero la verdad es que el fondo de la Seguridad Social no corre peligro alguno y tiene superávit para los próximos 40 o 50 años. El verdadero problema es que el presidente Bush ha estado tomando prestado del fondo para pagar su presupuesto de 87.000 millones de dólares [71.000 millones de euros] para Irak y sus devoluciones de impuestos. Más vale asustar a los jubilados que decir la verdad, que es que la subida de la aportación de los trabajadores a la Seguridad Social está financiando las deducciones de impuestos para los ricos.

El electorado español estableció el 14 de marzo una sencilla norma para los dirigentes políticos: di la verdad o afronta la derrota electoral. Hay indicios de que los estadounidenses pueden estar moviéndose en la misma dirección. Una mayoría de ellos siguen creyendo que derrocar a Sadam fue una buena cosa (¿y quién no?). Pero hay una mayoría que también deplora las mentiras con las que la Administración indujo a Estados Unidos a la guerra, nada más y nada menos que por cientos de miles de millones de dólares y miles de víctimas.

Diferimos en muchas cosas, pero estadounidenses y europeos nos parecemos mucho en lo que respecta a la guerra contra el terrorismo y la guerra al engaño. Ahora ambos hemos experimentado atentados terroristas masivos. Ambos queremos seguir una estrategia acertada contra el terrorismo y sus causas, pero no al precio de la verdad. Como demuestran el Watergate, el Irangate, el Lewinskygate, y ahora el Irakgate, los errores -incluso las faltas- pueden ser tolerados, pero no las maniobras de encubrimiento. Las cosas claras son la diferencia entre democracia y dictadura. La transparencia, y no el miedo, es el auténtico enemigo del terrorismo. Eso era lo que esperaba el electorado español. Y eso es lo que el electorado estadounidense esperará el próximo noviembre.

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