Editorial:

La culpa, del tiempo

El temporal de nieve y frío que ha sacudido la mitad norte de España no sólo ha puesto en cuestión la capacidad de nuestras infraestructuras de transporte (carreteras y ferrocarriles) para soportar situaciones extraordinarias. También ha dejado en evidencia la escasa competencia de las administraciones públicas -central y autonómica vasca- a la hora de responder a una climatología adversa. Están más que justificadas las indignadas protestas de miles de conductores particulares y transportistas que han sufrido horas o días el corte o el bloqueo de carreteras estratégicas en Burgos o en el País ...

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El temporal de nieve y frío que ha sacudido la mitad norte de España no sólo ha puesto en cuestión la capacidad de nuestras infraestructuras de transporte (carreteras y ferrocarriles) para soportar situaciones extraordinarias. También ha dejado en evidencia la escasa competencia de las administraciones públicas -central y autonómica vasca- a la hora de responder a una climatología adversa. Están más que justificadas las indignadas protestas de miles de conductores particulares y transportistas que han sufrido horas o días el corte o el bloqueo de carreteras estratégicas en Burgos o en el País Vasco. El Ministerio de Fomento ha anunciado la apertura de un expediente a la concesionaria de la autopista AP-1 (Burgos-Álava) por permitir que la noche del viernes se convirtiera en una trampa para centenares de vehículos. Pero ahí se acaba todo: ninguna autoridad se ha molestado en dar explicaciones y en asumir responsabilidades por lo sucedido.

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La drástica decisión de prohibir la circulación de camiones de más de 7,5 toneladas adoptada desde el viernes por el País Vasco ha paralizado durante más de 72 horas a miles de camiones en la frontera francesa. Pero no impidió el cierre o el colapso durante buena parte del fin de semana de una arteria tan esencial como la N-I. Mientras el tráfico era posible con dificultades en pasos de montaña y carreteras secundarias, las medidas de previsión fracasaron estrepitosamente en las arterias principales. Los alardes publicitarios que acompañan las alertas de temporal y el anuncio de los planes de emergencia y mesas de crisis se desvanecen cuando se trata de responder por qué fallan tan estrepitosamente a la hora de la verdad y de explicar por qué razón fenómenos atmosféricos estacionales y anunciados ponen en entredicho una y otra vez los dispositivos públicos que deben paliar sus efectos. Es lo que reclamaban en la frontera de Irún camioneros que en sus rutas europeas soportan con cierta frecuencia condiciones meteorológicas análogas o peores que las sufridas aquí.

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Es cierto que la impericia de muchos automovilistas y la imprudencia de otros multiplica los efectos de unos elementos adversos. Pero estas conductas insolidarias no descargan de responsabilidad a las autoridades. Por el contrario, cualquier operativo de previsión y respuesta que se disponga debe tener en cuenta que van a producirse. Ello exige incorporar las dotaciones policiales de carretera necesarias para atajarlas y hacer cumplir las instrucciones dadas. En circunstancias como las registradas este fin de semana, prohibir la circulación resulta mucho más cómodo que intentar mantenerla pese a las dificultades. No se puede echar toda la culpa al tiempo. A nuestros administradores no les pagamos para que en invierno nos adviertan de que va a nevar y en verano, de que hará calor.

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