Antiguos y ocultos enemigos

En las zonas contiguas a la fachada de los Frailes, al sur del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, fue hallado un enorme termitero subterráneo durante las restauraciones realizadas en el año 1963. Los millones de termitas que lo poblaban eran insectos isópteros, de alas iguales, muy voraces, pertenecientes al tipo Reticulitermes lucifugus. En aquella ocasión, según narró el conservador Ramón Andrada, las termitas fueron envenenadas, aunque aquella actuación causó la muerte de los rosales que crecían en el jardín.

Los termiteros son fundados, sobre parajes cálidos y h...

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En las zonas contiguas a la fachada de los Frailes, al sur del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, fue hallado un enorme termitero subterráneo durante las restauraciones realizadas en el año 1963. Los millones de termitas que lo poblaban eran insectos isópteros, de alas iguales, muy voraces, pertenecientes al tipo Reticulitermes lucifugus. En aquella ocasión, según narró el conservador Ramón Andrada, las termitas fueron envenenadas, aunque aquella actuación causó la muerte de los rosales que crecían en el jardín.

Los termiteros son fundados, sobre parajes cálidos y húmedos, por una hembra fertilizada en días lluviosos o con arco iris por termitas pigmentadas que realizan con ella un vuelo nupcial. Tras aterrizar sobre un paraje idóneo, la reina inicia una actividad ponedora frenética: se calcula que genera, aproximadamente, un huevo por segundo. Las crías son de dos tipos: termitas-soldados, blanquecinas y desprovistas de pigmentación, pero con mandíbulas fortificadas con quitina, con las que escoltan a la reina, y termitas-obreras, que alimentan a las soldados y se nutren de las maderas de ventanas y de vigas, siempre y cuando sean carpinterías inmóviles y se hallen en zonas oscuras; las termitas ingieren las partes más blandas de cuanto maderamen encuentran a su paso; la regurgitan en forma de celulosa y con ella abastecen a las soldados, cuyas grandes mandíbulas les impiden procurarse el sustento.

Las termitas disuelven la argamasa de los sillares y devastan los parajes más recónditos. Por su voracidad, hoy son mantenidos a raya por los conservadores del monasterio.

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