Retrato de 40 años de historia

La memoria del blanco y negro se cuela en la modernidad de la transparencia y el acero de fino diseño. La solemnidad de vetustos muros, escaleras marmoladas, tapices y ribetes convive por mes y medio con la funcionalidad del cristal, el espacio abierto, la pretendida ausencia de jerarquía visual a través de una arquitectura amplia. La suma de historia, de pasado reciente y de posibilidades con toga y cartera está en la planta baja del Colegio de Abogados de Valencia. Una exposición pasea por algunos de los devenires vividos entre 1947 y 1984. En 15 paneles se distribuyen 200 fotos que tratan d...

La memoria del blanco y negro se cuela en la modernidad de la transparencia y el acero de fino diseño. La solemnidad de vetustos muros, escaleras marmoladas, tapices y ribetes convive por mes y medio con la funcionalidad del cristal, el espacio abierto, la pretendida ausencia de jerarquía visual a través de una arquitectura amplia. La suma de historia, de pasado reciente y de posibilidades con toga y cartera está en la planta baja del Colegio de Abogados de Valencia. Una exposición pasea por algunos de los devenires vividos entre 1947 y 1984. En 15 paneles se distribuyen 200 fotos que tratan de retratar 40 años de los 240 que ha cumplido ya el Colegio de Abogados de Valencia, al que hoy están adscritos más de 8.000 letrados. Y, a excepción de una orla de la década de los años 20, las fiestas patronales, los nombramientos, ingresos en la Academia de Jurisprudencia, los premios y especialmente el Congreso de la Abogacía Española que en 1954 se celebró en Valencia, se suceden en instantáneas que pertenecen en su mayoría a los estudios de Vidal, Cabrelles y Desfills.

Otra estética, otros modos en la forma y en el fondo, otro convivir del Derecho en un país que vulneraba muchos de los fundamentales, otra relación entre togados y representados. De casi todo hay un testimonio gráfico en la que es la primera exposición de una serie que pretende el actual decano, Fernando Alandete, y que aspira a que sirva para reconocer una historia bicentenaria muy ligada a la sociedad y las inquietudes de los valencianos. La lista de nombres que habría que escribir en los pies de foto de la muestra superaría los 300.

Quienes han estado detrás de su organización prefieren reducirlo a dos: memoria y Consuelo Montoliu. Conoció las virtudes y manías de media docena de decanos. La suya ha sido una vida hecha por la misma senda y a casi al mismo ritmo que el propio Colegio de Abogados. Dijo adiós a su trabajo antes del pasado verano, y aún está reciente la resaca de la última excusa inventada por colegiados y trabajadores de la institución para homenajearla. Su despedida coincidió con la salida de uno de los decanos más reconocido, Luis Miguel Romero Villafranca. Y juntos se marcharon dejando como epílogo una arquitectura vertical: la sede que ahora tiene el Colegio de Abogados de Valencia. "No hay mejor enemigo para la historia que la espera", dijo parafraseando a Séneca el ahora sólo abogado Romero Villafranca cuando en octubre de 2002 se inauguró el nuevo emplazamiento.

Los abogados de Valencia vivieron de prestado desde que naciera el Colegio en marzo de 1759. Los arquitectos Ignacio Bosch, Carlos Bosch y Vicente Corell pusieron fin a la itinerancia histórica, eso sí, rindiendo tributo al pasado exhibiendo los 16 metros de muralla cristiana de siglo XIV, protegida por cristal, que acompaña la exposición y rompe el atrevimiento de una construcción sin muescas ni rincones, sin borlas ni volutas admiradas entre otros por el también arquitecto Santiago Calatrava. De parte de esa espera y de la historia entre mudanzas se ocupa una muestra que devuelve 20 años atrás la última imagen de algunos de los que hoy han escrito también páginas de la historia en nombre del Derecho.