Cartas al director

Guardia Civil y Policía Nacional

El pasado 24 de diciembre la maldición de ETA quiso celebrar la Navidad asesinando en la estación de Chamartín y otros puntos de la red ferroviaria al mayor número posible de inocentes. Que semejante atrocidad no se haya consumado se debe, una vez más, a los sacrificios y desvelos del Cuerpo Nacional de Policía, del mismo modo que, en otras ocasiones, la providencial actuación de la Guardia Civil ha abortado e impedido similares intentos de sembrar el terror por parte de esa cosa maldita que se llama ETA.

Pues bien, tras nuestra emocionada gratitud por los esfuerzos que permanentemente ...

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El pasado 24 de diciembre la maldición de ETA quiso celebrar la Navidad asesinando en la estación de Chamartín y otros puntos de la red ferroviaria al mayor número posible de inocentes. Que semejante atrocidad no se haya consumado se debe, una vez más, a los sacrificios y desvelos del Cuerpo Nacional de Policía, del mismo modo que, en otras ocasiones, la providencial actuación de la Guardia Civil ha abortado e impedido similares intentos de sembrar el terror por parte de esa cosa maldita que se llama ETA.

Pues bien, tras nuestra emocionada gratitud por los esfuerzos que permanentemente hacen nuestras abnegadas Guardia Civil y Policía Nacional para impedir la gestación y ejecución de tantas canalladas sin nombre, no podemos explicarnos cómo es posible que cuerpos con tan alto grado de eficacia y compromiso pueden estar prácticamente ignorados a la hora de establecer para ellos una remuneración más digna y acorde con el incalculable valor de sus servicios a la sociedad.

Actualmente, policías municipales y autonómicos, con inferior grado de compromiso, son remunerados con haberes más elevados (y justos) en consonancia con su función, estableciendo, de paso, un agravio comparativo con quienes están en primera línea de nuestra defensa frente a tanta iniquidad. Ante este estado de cosas no podemos sustraernos a la perplejidad que nos causa el hecho de que políticos de toda la gama de colores, casi siempre perdidos en discusiones bizantinas (y con honorarios que quintuplican a los de los Cuerpos de Seguridad), puedan permitir que tan clamorosa injusticia siga siendo una realidad vergonzante.

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