Maragall dará relieve a Mas, pero será duro con la gestión de CiU

Las formaciones del tripartito pactan la coordinación de sus grupos parlamentarios

"Máximo reconocimiento institucional, pero crítica implacable a la gestión pasada". Así explica un destacado miembro del tripartito que gobierna la Generalitat la relación que el Ejecutivo catalán tendrá con CiU. El tripartito quiere dar a Artur Mas el trato formal de jefe de la oposición y el mayor relieve institucional posible, pero al mismo tiempo se prepara para un enfrentamiento duro que no haga tabla rasa del pasado. Los partidos que integran el Gobierno han pactado unas normas de coordinación de sus grupos parlamentarios para blindar la solidez de la nueva mayoría.

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"Máximo reconocimiento institucional, pero crítica implacable a la gestión pasada". Así explica un destacado miembro del tripartito que gobierna la Generalitat la relación que el Ejecutivo catalán tendrá con CiU. El tripartito quiere dar a Artur Mas el trato formal de jefe de la oposición y el mayor relieve institucional posible, pero al mismo tiempo se prepara para un enfrentamiento duro que no haga tabla rasa del pasado. Los partidos que integran el Gobierno han pactado unas normas de coordinación de sus grupos parlamentarios para blindar la solidez de la nueva mayoría.

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La política catalana se ha regido durante 23 años por unas reglas que han periclitado por completo en unas pocas semanas. La oposición de ayer intenta aprender a marchas forzadas a gobernar y a trabajar conjuntamente, y la federación nacionalista, acostumbrada a mandar, trata ahora de adaptarse a un nuevo papel cuyos secretos desconoce. En la nueva legislatura parlamentaria, que en la práctica se abrirá con la sesión plenaria de mañana, todos son en cierta manera novatos.

En los últimos años, el socialista Pasqual Maragall reclamó incesantemente el trato de jefe de la oposición, pero CiU se lo negó. Esta figura, habitual en sistemas como el británico, implica dar un reconocimiento institucional al presidente del mayor grupo de la oposición, que aspira a relevar al Gobierno.

No se trata sólo de una cuestión protocolaria, sino de introducir medidas para que la principal alternativa tenga ocasión de debatir a fondo y de forma singular con el Ejecutivo, algo imposible hasta ahora: en la pasada legislatura, por ejemplo, Maragall, al frente de 50 diputados, tenía exactamente los mismos instrumentos y minutos para debatir con el presidente de la Generalitat que Rafael Ribó, que dirigía un grupo de sólo cinco diputados.

El tripartito quiere acabar con esta situación, y entre las medidas inmediatas que prepara el Gobierno se encuentra el reconocimiento formal de la figura del jefe de la oposición. Este reconocimiento, sin embargo, no es ningún indicativo de que las relaciones entre el Gobierno y la oposición vayan a ser fáciles. CiU prepara una oposición dura e implacable y los grupos que apoyan al Ejecutivo serán beligerantes con la gestión de los 23 años de Jordi Pujol y de CiU.

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Oposición dura

Entre los acuerdos del pacto de gobierno tiene precisamente un lugar destacado aclarar algunos de los presuntos casos de corrupción del Gobierno de CiU. "Si Convergència elige una oposición dura, los 23 años de gobierno le pesarán como una losa", augura un miembro del actual Ejecutivo.

Artur Mas ya ha dejado entrever que efectivamente quiere hacer una oposición dura. Esta semana ha anunciado que cada tres meses radiografiará exhaustivamente la acción de gobierno y dará a conocer qué hubiera hecho él en el mismo periodo de haber sido el presidente. El líder de CiU seguirá casi tan de cerca al Gobierno catalán como al PSOE con el objetivo de sacar punta de las posibles contradicciones y tratar de poner en evidencia, sobre todo, a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Su esquema es claro, pero la práctica ha demostrado que el puesto de jefe de la oposición deberá ganárselo porque Maragall valora mucho el papel de Josep Piqué y del PP catalán, como se evidenció en la sesión de investidura.

El Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) no sólo se estrenan en el Gobierno, sino que también deben aprender a remar en la misma dirección. Las relaciones entre socialistas y ecosocialistas han pasado por muchas etapas, pero en los últimos tiempos ya habían encontrado más puntos de unión que de divergencia. En cambio, Esquerra estaba instalada en la equidistancia entre socialistas y convergentes. Todo esto ha cambiado de golpe: los tres grupos parlamentarios disfrutaban de total autonomía, pero ahora ésta quedará subordinada al objetivo común de reforzar al nuevo Ejecutivo.

Apoyo unánime

En las largas negociaciones para sellar un acuerdo de gobierno, los tres partidos de izquierda pactaron también unos criterios básicos para coordinar sus grupos parlamentarios. "El objetivo", se escribe en el documento, de cinco folios, "es garantizar que los tres grupos, manteniendo su personalidad propia y sin renunciar a proyectar sus aspectos diferenciados, apoyarán de forma unánime y coordinada la acción del Gobierno y al mismo tiempo contribuirán a la mayor eficacia y agilidad de la actividad parlamentaria en su conjunto".

El documento es muy genérico, pero incluye algunas fórmulas concretas de coordinación para garantizar que los grupos "voten lo mismo en todas las votaciones que se produzcan en el Parlament". Entre ellas destacan la reunión semanal de los portavoces con el consejero responsable de las relaciones con la Cámara y el trabajo de los portavoces de cada área con los responsables de cada departamento para limar las posibles diferencias antes de las sesiones parlamentarias.

El texto ofrece también unas pautas para coordinar las intervenciones y evitar que los tres portavoces "digan lo mismo o entren en contradicción". "Conviene haber coordinado las intervenciones procurando que los tres grupos toquen la misma música, que cada grupo acentúe los matices propios y que cada uno profundice en un aspecto determinado si la complejidad del tema lo aconseja".

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