Reportaje:OCIO SOLIDARIO | Puertas Abiertas

El tesón de un hombre callado

Antonio Grajales recibe el Premio Andaluz del Voluntariado tras años de lucha contra las drogas, el sida y la exclusión

La labor de Antonio Grajales (Jerez, 1948) nació al mismo tiempo que la democracia. Tras su periplo por los Movimientos Obreros Católicos, Grajales decidió actuar "por libre" para ayudar a los toxicómanos y a los primeros enfermos de sida que se localizaron en Jerez de la Frontera (Cádiz). Su primera oficina, recuerda, fue el banco de una plaza pública en el corazón de Rompechapines, uno de los barrios más deprimidos del lugar. Las primeras víctimas de las drogas con las que contacta eran prostitutas.

"Ahí empecé a ver cómo actuaba la droga. Me di cuenta que los jóvenes estaban cayendo ...

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La labor de Antonio Grajales (Jerez, 1948) nació al mismo tiempo que la democracia. Tras su periplo por los Movimientos Obreros Católicos, Grajales decidió actuar "por libre" para ayudar a los toxicómanos y a los primeros enfermos de sida que se localizaron en Jerez de la Frontera (Cádiz). Su primera oficina, recuerda, fue el banco de una plaza pública en el corazón de Rompechapines, uno de los barrios más deprimidos del lugar. Las primeras víctimas de las drogas con las que contacta eran prostitutas.

"Ahí empecé a ver cómo actuaba la droga. Me di cuenta que los jóvenes estaban cayendo como moscas y me integré para poder ayudarlos", asegura Grajales. En aquellos años, a comienzos de los ochenta, sólo existía un centro de rehabilitación de toxicómanos en Jerez, Brote de Vida, con el que comenzó a colaborar. El siguiente paso que dio el flamante Premio Andaluz del Voluntariado le hizo sumergirse en el drama del sida.

Al principio, y con un cuarto de contadores como único techo, cuidó de cuatro enfermos "sin saber de qué morían". Grajales siempre es recordado en su ciudad como la persona que llevó y acompañó al primer enfermo del VIH al hospital de Jerez.

"Con sólo decir que el chaval padecía sida aquello fue un desastre. Todo el mundo corría de un lado para el otro, incluso enfermeras y médicos", recuerda. Fue él mismo quien tuvo que desnudarlo y darle las primeras atenciones e, incluso, protagonizó un plante en el centro sanitario, junto a dos voluntarios más, para conseguir que el paciente se quedara ingresado. Lo consiguieron, aunque el joven falleció mes y medio después. Por aquel entonces, sólo admitían a este tipo de enfermos en un hospital de Málaga. Su gesto abrió el camino hacia una mejor atención sanitaria para este colectivo.

Con el paso de los años, Antonio comenzó a colaborar con Cáritas y participó en la creación de Cometa, una asociación de padres con hijos toxicómanos que entronca, poco después, con Proyecto Hombre. Muchas noches las dedica a entrar en un viejo cuartel abandonado habitado por toxicómanos, a los que visita para cambiarles las jeringuillas. Otras veces acude a las prisiones de la provincia de Cádiz para prestarles su apoyo y compañía. En tantos años de labor humanitaria desinteresada ha pasado por experiencias que no olvidará jamás. "Desde meterle las tripas a uno para adentro porque había un ajuste de cuentas, hasta otro chaval, que me dijo que se iba a tirar por el balcón, se cortó las venas y se tiró".

Grajales reconoce que "lo más fuerte" lo vivió cuando le pusieron una pistola en la cabeza y temió por su vida. "Una noche me acerqué al cuartel y encontré a tres chavales en el suelo y unos hombres que se identificaron como policías, pero que no lo eran. Me apuntaron con una pistola y me dijeron que si me veían otra vez por allí me mataban. Eran narcotraficantes", afirma.

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Antonio, que cuenta con el apoyo de su mujer y sus dos hijas, preside ahora la asociación Puertas Abiertas, de ayuda al toxicómano, y colabora en la atención a los sin techo junto a los voluntarios de Cáritas.

El azote del narcotráfico

Antonio Grajales preside en la actualidad la asociación Puertas Abiertas, una de las 40 organizaciones de este tipo que se integran en Redeín, la Federación de Asociaciones contra la Droga de la Provincia de Cádiz. Al margen de coordinar el trabajo de todos los que luchan contra la droga en el territorio gaditano, Redeín está plantando cara muy seriamente al negocio del narcotráfico, especialmente, en zonas como Barbate.

La federación se está personando en numerosos procesos judiciales con el objeto de que los condenados por tráfico de estupefacientes cumplan íntegramente sus penas. "Vemos que estas personas deben de estar en las prisiones y no es así", señala Grajales.

El Premio Andaluz del Voluntariado dice sentirse totalmente indignado por la impunidad en la que actúan "los que están matando a nuestros hijos".

La federación reclama también una mayor implicación de las administraciones, a las que acusan de mirar hacia otro lado en algunas ocasiones. No obstante, la Junta de Andalucía presta su colaboración en el asesoramiento legal y en la tramitación de denuncias por narcotráfico que lleva adelante Redeín, según destaca el propio Grajales.

Sin embargo, en opinión de Carmen Omist, presidenta de la federación, todavía hay una larga lista de carencias en la provincia de Cádiz. Los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado no cuentan con todos los medios necesarios para hacer frente a la infraestructura del narcotráfico, sobre todo en un territorio que se ha convertido en puerta de entrada para los cargamentos que vienen de África. La reciente avería de las lanchas que la Guardia Civil tiene para controlar el litoral es un buen ejemplo de esta falta de medios.

Redeín se encarga también de la rehabilitación de los toxicómanos y muchos de sus voluntarios recorren cada día los barrios más desfavorecidos de la provincia con la intención de frenar el problema de la droga desde el origen.

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