Columna

Cohabitación

Algunos políticos y bastantes empresarios valencianos tenían la respiración contenida. Aparentaban indiferencia pero, a medida que la negociación iba avanzando, las quinielas agotaban las posibilidades y se perfilaba la alternativa imprevista. Los más instruidos atisbaban un "frente popular" de izquierda con marcado tinte nacionalista. La fórmula que acuñaron los franceses no tranquiliza. Puede significar un salto en el vacío en el que la inestabilidad marque el devenir de un Gobierno de concentración que excluye a CiU y al PP. Va a ser un tubo de ensayo donde se agitan los flujos y los humore...

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Algunos políticos y bastantes empresarios valencianos tenían la respiración contenida. Aparentaban indiferencia pero, a medida que la negociación iba avanzando, las quinielas agotaban las posibilidades y se perfilaba la alternativa imprevista. Los más instruidos atisbaban un "frente popular" de izquierda con marcado tinte nacionalista. La fórmula que acuñaron los franceses no tranquiliza. Puede significar un salto en el vacío en el que la inestabilidad marque el devenir de un Gobierno de concentración que excluye a CiU y al PP. Va a ser un tubo de ensayo donde se agitan los flujos y los humores de una coalición variopinta, que incluso marcará nuevas expectativas para otras demarcaciones políticas.

Más de uno piensa que los catalanes juegan con fuego y corren el peligro de quemarse. Y fue premonitoria la actitud malhumorada del viejo zorro convergente, Jordi Pujol cuando reprendía a sus cachorros en plena euforia desbordada por la pírrica victoria electoral. Pujol sabía como las gastaban los eventuales socios minoritarios.

Por primera vez en la historia va a ocupar la presidencia de la Generalitat de Cataluña el representante de un partido que, más pronto o más tarde, puede mandar en el conjunto de España. Finalmente se ha optado por una composición de Gobierno que tendrá que esmerarse al afrontar las duras horas que le esperan a Cataluña cuando tenga que medir sus poderes con los que predominan en el resto del Estado. El posibilismo pierde y gana la definición de una línea inequívoca de renovación en la reciente historia de la política española.

Jordi Pujol está convencido que los diez escaños que ha perdido CiU están en ERC y que, por tanto los convergentes debían alinearse de nuevo con los suyos. La política es así y nadie debe pensar al llegar, que su acceso al poder va a permanecer eternamente en el tiempo. Los escenarios y los cargos políticos tienen un principio y un fin. Y no es habitual tropezar con quien es capaz de preparar su salida antes de que se agote su oportunidad. Josep Lluís Carod será conseller en cap con un presidente socialista y jugará su baza para afianzar a ERC como primera fuerza nacionalista arrumbando a CiU.

¿Y a los valencianos qué nos va en este envite? En primer lugar no puede sernos indiferente lo que conmueve a nuestro poderoso vecino del norte. Las relaciones institucionales entre las Administraciones valenciana y catalana van a complicarse más. No sé si alguien recuerda una fórmula antigua que se llamó en su día el Arco Mediterráneo español, que se dibujaba desde Cataluña hasta Murcia pasando por las Baleares. Después vino Pasqual Maragall para recordarnos los eventuales beneficios que podría reportar la resurrección de las demarcaciones que, en su día, conformaron la Corona de Aragón. El polémico trasvase de aguas del Ebro va a sufrir impedimentos por la coincidencia en este tema por parte de los tres socios de Gobierno. Iniciativa per Catalunya-Els verds tiene depositada en esta confrontación todas sus ilusiones para evidenciar su posicionamiento ideológico.

Los próximos cuatro años van a ser muy sugerentes para quien pueda seguir viendo los toros desde la barrera. A quienes no les queda más remedio que posicionarse, sólo les hace falta arrojo y acierto. La democracia avanza.

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