Reportaje:GESTIÓN Y FORMACIÓN

Estados Unidos pierde puntos

El número de estudiantes españoles en universidades y escuelas de negocios desciende un 10,3%

Las universidades y escuelas de negocios estadounidenses acogen cada año a miles de estudiantes extranjeros atraídos por su prestigio y, en el caso de los másteres en Administración de Empresas, por un mercado con sueldos de lujo. El número de alumnos internacionales creció sólo un 0,6% en el curso 2002-2003, mientras el de españoles descendía por tercer año consecutivo. Tras esos descensos hay razones económicas y políticas.

Fernando Clariana tiene 29 años y es uno de los miles de profesionales españoles que cada año deciden pisar el freno en su carrera y seguir un master en Administra...

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Las universidades y escuelas de negocios estadounidenses acogen cada año a miles de estudiantes extranjeros atraídos por su prestigio y, en el caso de los másteres en Administración de Empresas, por un mercado con sueldos de lujo. El número de alumnos internacionales creció sólo un 0,6% en el curso 2002-2003, mientras el de españoles descendía por tercer año consecutivo. Tras esos descensos hay razones económicas y políticas.

"La experiencia es cara, pero la rentabilizas", afirma un ex alumno de Kellogg (Chicago) que hoy trabaja por su cuenta en España
En el curso 2002-2003 había 3.633 españoles, lo que supone la tercera bajada consecutiva. La excepción está en el posgrado: hubo 9 más

Fernando Clariana tiene 29 años y es uno de los miles de profesionales españoles que cada año deciden pisar el freno en su carrera y seguir un master en Administración de Empresas (MBA). Cuando decidió dejar su puesto en DaimlerChrysler, en lugar de debatirse entre alguna de las grandes escuelas de negocios españolas, decidió saltar el charco y hoy estudia en la Escuela de Negocios Goizueta de Atlanta (Estados Unidos). Hasta este semestre era el único español a tiempo completo de este centro, que lleva el nombre del antiguo presidente de Coca-Cola.

El curso pasado eligieron ese país como destino para sus estudios universitarios 3.633 españoles, el 53,5% de los cuales se matriculó en cursos de posgrado. Este dato, extraído del informe anual del Instituto de Educación Internacional, supone un descenso del 10,3% sobre el anterior. Es el tercero consecutivo, ya que en el año 1999-2000 el club español alcanzó los 4.337 miembros. Los que escogen cursos de posgrado, sin embargo, van en dirección contraria, y el último curso hubo nueve más que el anterior: 1.942 en total.

Son números modestos para un colectivo que el curso pasado atrajo a 586.323 extranjeros, muchos de ellos de países en vías de desarrollo como China, India o Corea. Y que está a la baja, pues el último año sólo se incrementó en un 0,6% con respecto al anterior.

Detrás de esos descensos se encuentran varias razones, según esta encuesta a responsables educativos: la principal es la decisión del Gobierno estadounidense de endurecer su política de visados tras los atentados del 11-S en 2001, por delante de las dificultades financieras de los candidatos y de la presión que ejercen otros destinos. "El cambio en los visados no afecta a los estudiantes de MBA", asegura Enrique Matamoros, director general del Club Ivy, una organización que representa más de cien programas, universidades y escuelas extranjeras en España.

Lo cierto es que los que tienen decidido hacer un MBA no se detienen por el engorro del visado. De hecho, el proceso suele alargarse durante al menos ocho meses, según el calendario orientativo del Club Ivy. Lo primero es superar el GMAT, un examen específico para las escuelas de negocios que es reconocido en todo el mundo. En los primeros cinco meses del año lo intentó un 17% menos de extranjeros. Luego hay que reunir toda la documentación necesaria y solicitar el ingreso, someterse a una entrevista y esperar la respuesta. Según Matamoros, los perfiles de los admitidos son más altos que los de las escuelas europeas.

El coste de esta decisión se esconde detrás de algunas renuncias. Los precios de los programas americanos no son significativamente más caros que los europeos -el MBA del IESE de dos años ronda los 60.000 euros y el de Wharton son 30.900 dólares por año-, pero hay que sumar alojamiento -16.500 dólares en el mismo ejemplo- y manutención. Además, el visado de estudiante no permite trabajar.

Para los que han probado la experiencia americana, la diferencia está en la calidad del profesorado, los medios y la capacidad de transmitir el espíritu emprendedor que ha hecho famosa a América. Iván Espinosa de los Monteros, que se graduó del MBA de Kellogg (Chicago) en 2000, por ejemplo, tuvo como profesores a Philip Kotler, uno de los gurus del marketing, y a Ophra Winfrey, una de las presentadoras más famosas de la televisión. La proyección internacional también aumenta varios enteros.

"La experiencia es cara, pero la rentabilizas", afirma Espinosa de los Monteros, que hoy trabaja por su cuenta en España. El mercado estadounidense ofrece sueldos considerablemente más altos que los europeos. En Kellog, por ejemplo, el salario de los alumnos de la promoción de 2002 fue de 87.910 dólares, y su ex alumno asegura que son habituales los de "seis cifras". Hoy, sin embargo, el mercado se ha puesto más difícil para los estudiantes internacionales.

Alumnos de una universidad americana.REUTERS

La alternativa australiana

Las escuelas de negocios australianas no son habituales en las listas que clasifican a los mejores centros del mundo. Sin embargo, algunos profesionales y estudiantes escogen este país para mejorar su inglés, realizar prácticas en una empresa o asistir a un curso de especialización, sobre todo. Aunque este destino es todavía minoritario y no puede competir con el Reino Unido, Irlanda, Canadá o Estados Unidos, está en auge, según Enrique Matamoros, director general del Club Ivy.

Frente al prestigio de las escuelas americanas, Australia tiene otras armas: sus programas son considerablemente más baratos, la legislación permite a los estudiantes trabajar a tiempo parcial durante su estancia y aún es difícil encontrar españoles. El inconveniente es la lejanía, por lo que sólo compensan cursos largos.

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