Editorial:

La paz es posible

La paz en Oriente Próximo cuenta con un plan, el negociado en secreto durante los dos últimos años por medio centenar de políticos e intelectuales israelíes y palestinos de buena voluntad, y que, de cumplirse lo previsto, será ratificado el martes en Ginebra. Es un plan privado, virtual, simbólico, no aprobado por ningún Gobierno, pero también es el mejor, el más realista y el más detallado de todos los jamás elaborados. Por eso es doloroso para ambas partes, para Israel, que tendría que desmantelar buena parte de sus colonias en los territorios ocupados en 1967, y para Palestina, que tendría ...

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La paz en Oriente Próximo cuenta con un plan, el negociado en secreto durante los dos últimos años por medio centenar de políticos e intelectuales israelíes y palestinos de buena voluntad, y que, de cumplirse lo previsto, será ratificado el martes en Ginebra. Es un plan privado, virtual, simbólico, no aprobado por ningún Gobierno, pero también es el mejor, el más realista y el más detallado de todos los jamás elaborados. Por eso es doloroso para ambas partes, para Israel, que tendría que desmantelar buena parte de sus colonias en los territorios ocupados en 1967, y para Palestina, que tendría que renunciar al derecho al regreso a sus hogares de más de tres millones de refugiados. Desde la muerte de los Acuerdos de Oslo, el fracaso de las negociaciones de Camp David-Taba, auspiciadas por Clinton, y el comienzo de la segunda Intifada, este plan, conocido como los Acuerdos de Ginebra, supone el primer rayo de luz en este conflicto.

El rayo es débil, pero es luz. Estos Acuerdos tienen como primer mérito el hecho de que hayan sido negociados directamente por israelíes y palestinos. El segundo es su minuciosidad. No estamos ante declaraciones de buenas intenciones, sino ante un reparto piedra por piedra de Tierra Santa. En el caso de Jerusalén, las partes han conseguido dividirla barrio por barrio, monumento por monumento, casa por casa. Su tercer mérito es que señala claramente el final del proceso de paz: la existencia de dos Estados, el israelí y el palestino, con fronteras bien fijadas.

El Estado palestino reconocería a Israel como la patria del pueblo judío, aceptaría ser desmilitarizado y dispondría de fuerzas policiales comprometidas en la lucha contra el terrorismo. La delimitación de las fronteras se basaría en las resoluciones 242 y 338 de la ONU, o sea, tomando como referencia las líneas previas a la guerra de 1967. A esas líneas se les harían correcciones que permitirían a Israel anexionarse los principales asentamientos judíos en Cisjordania, pero a cambio los palestinos recibirían terrenos de similar extensión en el Neguev.

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Mucha gente puede haber llegado a la conclusión de que la paz es imposible porque no hay israelíes y palestinos que deseen negociarla y porque no hay ninguna fórmula para repartir el territorio. Pues bien, existen negociadores y existe una fórmula. Por el momento, Arafat no se ha pronunciado sobre el plan, mientras que Sharon lo ha rechazado y ha acusado de traición a los políticos laboristas e intelectuales, como Amos Oz, que han participado en su elaboración. Sometido a creciente presión, incluida la de sus militares, Sharon, no obstante, ha anunciado que reanudará el diálogo con los palestinos en los próximos días.

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