Editorial:

Vuelta de tuerca

La voladura por terroristas palestinos en la franja de Gaza de un vehículo diplomático estadounidense con agentes de seguridad adscritos al enviado especial a la región, John Wolf, representa una nueva vuelta de tuerca en un conflicto al borde del paroxismo. Si son rarísimos los ataques deliberados a extranjeros en el ojo por ojo entre palestinos e israelíes, ésta es la primera vez en tres años, desde que comenzara la actual y sangrienta Intifada, en que se atenta directamente contra funcionarios de EE UU.

El atentado, que Washington se dispone a investigar sobre el terreno y a cuyos au...

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La voladura por terroristas palestinos en la franja de Gaza de un vehículo diplomático estadounidense con agentes de seguridad adscritos al enviado especial a la región, John Wolf, representa una nueva vuelta de tuerca en un conflicto al borde del paroxismo. Si son rarísimos los ataques deliberados a extranjeros en el ojo por ojo entre palestinos e israelíes, ésta es la primera vez en tres años, desde que comenzara la actual y sangrienta Intifada, en que se atenta directamente contra funcionarios de EE UU.

El atentado, que Washington se dispone a investigar sobre el terreno y a cuyos autores ha prometido perseguir, es en cualquier caso un error de bulto de las facciones armadas palestinas, que se han desmarcado inicialmente de su autoría. Su lógica se enmarca en la convergencia de un antiamericanismo rampante en toda la región y en el apoyo sin fisuras que Washington ofrece a las inadmisibles políticas de Ariel Sharon. Pero inicia una vía que ensancha si cabe los márgenes de un conflicto intratable y acarrea para los maltratados palestinos el riesgo de alienarse una parte de la ayuda internacional que vitalmente necesitan. Resulta significativa en este sentido la advertencia ayer a Yasir Arafat del representante europeo de Política Exterior en el sentido de que no bastan los lamentos rituales y que es obligado identificar rápidamente y llevar ante la justicia a los autores del triple asesinato.

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La acción terrorista pone igualmente de manifiesto la necesidad imperiosa de los palestinos de remediar su caótica organización política y poner definitivamente en pie unas fuerzas de seguridad dignas de ese nombre. Tanto el presidente Arafat como su primer ministro interino, Ahmed Qurei, se han apresurado a condenarla. Pero las principales organizaciones extremistas siguen operando a su antojo, y la precariedad en que se desenvuelven tanto el rais como su incierto jefe de Gobierno añade pesimismo a un proceso en caída libre. El actual Gabinete es una formación de emergencia con fecha de caducidad, puesto que Qurei ha anunciado su renuncia en un mes por la negativa de Arafat a aceptar a su candidato al Ministerio del Interior.

El fundamentalismo armado palestino, con su "cuanto peor, mejor", hace el juego a la inmisericorde política de hechos consumados de Sharon y aleja cualquier posibilidad de entendimiento entre los dos bandos. Crímenes como el de Gaza refuerzan, en vez de debilitar, la alianza sin fisuras entre EE UU e Israel. Una alianza que se volvió a poner de manifiesto en la madrugada del miércoles, cuando Washington vetó en el Consejo de Seguridad un proyecto sirio de resolución que pedía la condena del muro de seguridad israelí como contrario a las leyes internacionales, y que tenía el voto favorable de 10 países, entre ellos España.

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