Columna

Traducciones

Forma parte de la leyenda de TVV la historia real de aquel periodista (nombrado para sustituir a los veteranos "sectarios lermistas") que nada más sentarse ante el ordenador preguntó qué tecla traducía al valenciano. Quizá es el mismo que almorzaba "bocadill de ques", ejemplar humano por otra parte nada exótico en un país donde no se exige el conocimiento de la lengua a los funcionarios, a los profesores de la "línea"... a los presidentes. ¿Por qué entonces habría de manejarla quien SÓLO tiene que contar las noticias en valenciano? ¿Acaso no hay máquinas?

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Forma parte de la leyenda de TVV la historia real de aquel periodista (nombrado para sustituir a los veteranos "sectarios lermistas") que nada más sentarse ante el ordenador preguntó qué tecla traducía al valenciano. Quizá es el mismo que almorzaba "bocadill de ques", ejemplar humano por otra parte nada exótico en un país donde no se exige el conocimiento de la lengua a los funcionarios, a los profesores de la "línea"... a los presidentes. ¿Por qué entonces habría de manejarla quien SÓLO tiene que contar las noticias en valenciano? ¿Acaso no hay máquinas?

Podemos tener en nuestros escritorios el programa SALT de traducción y corrección, ya mejorado. Pero nunca sustituirá el lápiz rojo de los asesores lingüísticos que tanta bondad nos hacen mientras acabamos de sacudirnos la agrafia inducida. Los profesionales suelen ser eficaces. Las máquinas, a veces, divertidas, pero humanos y ordenadores pueden jugar chocantes (y malas) pasadas, también con los nombres propios.

Un libro editado por la Diputación de Valencia aparecía coordinado por un tal Menges, versión autóctona del señor Comes. En este mismo periódico se dedicaba un texto al entrañable grupo Al Corte (Al Tall, obviamente). La Universitat d'Estiu de Gandia distribuyó un currículum de la arriba firmante que reseñaba los servicios prestados en Temps (en realidad, Tiempo), Ja (por el diario Ya) y La Veritat, (igual podían haberle puesto Pravda, de Murcia). Finalmente se mencionaba la presidencia de la Va Unir de Periodistes (por Unió).

Son de chiste algunas inequivalencias intralingüísticas entre el castellano español y el latinoamericano. Mi asesora y amiga Rosa Peris me habla de los "falsos amigos", trampas que los traductores detectan, pero en las que otros caen: por ejemplo, que coglioni no es lo que están ustedes pensando sino gilipollas. Y recuerda que Paloma Gómez Borrero interpretaba el morbidi italiano (blandos) como morbosos, mientras un cuartel militar del Pirineo catalán llamado Tres Hereus era rebautizado oficialmente como Muy Dichoso. Igual es que el cabo primero, políglota él, montaba las guardias en francés, y Très Eureux.

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