Reportaje:MÚSICA

Música, mujer y posmodernidad

El estudio del papel de la mujer en la música ha abierto un campo en el que ha existido una discriminación tan larga como injusta. Ésa es la base de un excelente libro, a cargo de Pilar Ramos López, que se interna con lucidez y audacia en un territorio que la musicología española hasta ahora ha dejado de lado.

Antes creía tener talento creativo, pero he abandonado esa idea; una mujer no debe desear componer...". Esta estremecedora frase de Clara Schumann, escrita en su diario a los veinte años, expresa el estado de ánimo de una muchacha cuyo talento pianístico y musical fue uno de los más grandes del siglo XIX, pero también resume un problema cuya gigantesca gravedad empezamos a considerar cuando hemos empezado a resolverlo: el de la situación de la mujer en la historia de la música. Si, por ceñirnos a las artes, la exclusión de la mujer parece similar en todos los ámbitos, la música plantea matices...

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Antes creía tener talento creativo, pero he abandonado esa idea; una mujer no debe desear componer...". Esta estremecedora frase de Clara Schumann, escrita en su diario a los veinte años, expresa el estado de ánimo de una muchacha cuyo talento pianístico y musical fue uno de los más grandes del siglo XIX, pero también resume un problema cuya gigantesca gravedad empezamos a considerar cuando hemos empezado a resolverlo: el de la situación de la mujer en la historia de la música. Si, por ceñirnos a las artes, la exclusión de la mujer parece similar en todos los ámbitos, la música plantea matices. En el arte de los sonidos la mujer siempre ha tenido presencia, como intérprete, como cantante, incluso compositora; por ello la negación de su talento precisaba jerarquías que, en cierto modo, han contaminado nuestra visión histórica. Por ejemplo, la composición se situaba en un ámbito superior. Incluso, dentro de la composición, ciertos géneros llamados grandes (la ópera, la sonata, la música sinfónica...) tenían una característica de nobleza que debería, consecuentemente, ser practicada sólo por varones. Pero lo más grave es que si desde hace tres décadas ya no se cuestiona el acceso de la mujer a cualquier función musical, el peso de la historia se revela como un fardo de difícil manejo.

Ante esta realidad nació

uno de los fenómenos más fascinantes del final del siglo pasado: la musicología feminista, una de las ramas más poderosas de un frondoso árbol en el que se encuentran la musicología gay y lesbiana, llamadas también musicologías de género. La importancia de este fenómeno ha sobrepasado con mucho el debate musical y se ha convertido en una de las corrientes más fuertes del posmodernismo, especialmente en su versión anglosajona. La musicología de género comparte con la visión posmoderna la revisión de conceptos como el de "obra artística", "autonomía del arte", "progreso", "objetividad", "estabilidad identitaria" y "canon histórico". Ciertos críticos masculinos habían abonado el terreno (algunas musicólogas feministas citan antecedentes en Adorno, o Dahlhaus), y más cerca de nosotros, autores como Nicholas Cook han defendido una forma de relativismo que hoy nos es familiar: "Más que del concepto de música tendremos que hablar de los conceptos de músicas...". Pero el grueso de esta reformulación le atañe, como es lógico, a nombres femeninos como Susan McClary, Catherine Clément, Suzanne Cusick, Paula Higgins, Rose Subotnik, Marcia Citron y una muy larga nómina de un fenómeno que ha conmocionado los estudios sobre música, especialmente en países de influencia inglesa, hasta el punto de que en menos de 25 años el porcentaje de tesis doctorales en departamentos de música americanos y canadienses con interés en la musicología feminista ha sobrepasado un cuarto del total.

¿Y qué se sabe de este fenómeno en España? Ésa sería otra de las grandes sorpresas. Y en medio de este panorama, de pronto aparece un libro que nos revela la magnitud de esta corriente: Feminismo y música. Introducción crítica (Narcea), escrito por la profesora de musicología de la Universidad de Girona, Pilar Ramos López, que constituye toda una sorpresa. Y lo es por partida doble si consideramos la modestia de su publicación, la ausencia de precedentes y una presentación un tanto penosa a la que no es ajena una lúgubre portada.

Feminismo y música es fundamentalmente una magnífica guía para conocer este fenómeno, escrita con el rigor que delata a la buena profesora y la pasión de quien se implica en ambos términos, mujer y música. Si en España abundara la traducción de los trabajos que han conmocionado la visión de la música y la musicología en las dos últimas décadas, este libro se recomendaría a estudiantes y aficionados/as porque les sería de utilidad como introducción. Pero en el actual estado de cosas, este libro es un terremoto. Con una musicología a la que le cuesta desprenderse de su olor a cirio y facistol, un ambiente musical que aún se debate en el desbrozamiento de los clásicos y una intelectualidad que ha desechado apresuradamente el debate posmoderno sin esperar a enterarse de que, bajo sus alas, se incubaban movimientos de pensamiento de un potencial liberador extraordinario; en este ambiente, la publicación de Pilar Ramos es una violenta bocanada de aire fresco en medio de una asfixiante calima. Nos describe las estrategias de desmontaje de mentiras tan eficaces como necias, según las cuales una mujer podía ser una formidable pianista pero no debía interesarse por la composición; nos dibuja el escenario operístico como un terreno en el que la mujer era sujeto de todas las violencias convirtiéndose, paradójicamente, en el cuerpo sonoro principal; o para decirlo con palabras de Poizat: "La lógica dramática del libreto no es la razón que lleva a morir al personaje femenino en el momento en que grita; es la lógica del gozo vocal la que lleva al grito y por ella se crean las condiciones dramáticas necesarias para su aparición, exigiendo, por ejemplo, una muerte"; también nos hace explícita la pulsión sexual de ciertas músicas populares urbanas: "La construcción de la sexualidad es, para Angela McRobbie y Simon Fritz, la principal función ideológica del rock". En fin, el libro de Ramos sitúa certeramente el contexto intelectual de la nueva musicología hasta el punto de mostrárnosla como una de las ramas más robustas de la filosofía crítica. Con ella no sólo se reivindica una lectura justa de la historia de la música, se abren expectativas nuevas para la música como práctica liberadora.

Feminismo y música. Introducción crítica. Pilar Ramos López. Narcea. Madrid, 2003. 176 páginas. 15 euros.

El retraso español

LA MUSICOLOGÍA feminista es un fenómeno típico de los años ochenta. Es también éste el periodo en el que se abre paso la primera generación plena de mujeres en los terrenos tabúes de la composición y la investigación en España. No están lejos los años en los que grandes nombres de la musicología y musicografía hispana, como Samuel Rubio o Federico Sopeña, estigmatizaban a las alumnas que osaban penetrar en el sagrado recinto. Hoy día ya hay más de una generación activa con nombres como Joaquina Labajo, Begoña Lolo, Cristina Bordas, Ana Vega Toscano, Cecilia Piñero Gil, Beatriz Martínez del Fresno o Marta Cureses. Pero ha sido la vinculación de Pilar Ramos con los trabajos de las universidades canadienses lo que le ha permitido acercarnos a una realidad de la que apenas se podía contar en español con el ya clásico diccionario Las mujeres en la música, de Patricia Adkins, o los trabajos pioneros de la compositora Marisa Manchado.

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