Columna

Ca Revolta

Lo último que se me ocurriría, conservando un miligramo de lucidez, sería tachar de "fachas" a Teresa Carnero y Jordi Palafox, a quienes aprecio y admiro desde siempre.

Y estoy segura de que si dicen que algo les molesta, es que en verdad daña, aunque sea Ca Revolta. Así que henos aquí, en la calle Santa Teresa de Valencia convertida en un callejón sin salida, donde parece que no se pueden restituir los derechos constitucionales de unos vecinos al descanso sin conculcar los de otros ciudadanos a disponer de un lugar de encuentro y expresión tan libre y creativo, generoso y entusiasta qu...

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Lo último que se me ocurriría, conservando un miligramo de lucidez, sería tachar de "fachas" a Teresa Carnero y Jordi Palafox, a quienes aprecio y admiro desde siempre.

Y estoy segura de que si dicen que algo les molesta, es que en verdad daña, aunque sea Ca Revolta. Así que henos aquí, en la calle Santa Teresa de Valencia convertida en un callejón sin salida, donde parece que no se pueden restituir los derechos constitucionales de unos vecinos al descanso sin conculcar los de otros ciudadanos a disponer de un lugar de encuentro y expresión tan libre y creativo, generoso y entusiasta que parece mentira que haya podido brotar en esta ciudad.

Partiendo de dos certezas tan contrapuestas no me extraña haberme sumergido en la perplejidad, de la que sólo saldría dando respuesta a un par de interrogantes. Uno de ellos es si realmente las técnicas, que como todo el mundo sabe han adelantado una barbaridad, no permiten unos niveles de insonorización de locales cerrados aceptables para el entorno. Otro: si, en el peor de los casos, Ca Revolta no podría reabrir renunciando, aunque fuera de momento, a sus actividades musicales, y preservar así este necesario espacio de encuentro, reflexión, reunión y exposiciones.

Si la primera de las posibles soluciones planteara dificultades financieras, colaborar es la obligación de quienes defendemos la continuidad del Centre de Recursos Just Ramírez. Y presionar para que desde los presupuestos de Bienales, Milenios y caudalosos "ríos de cultura" se produzca un trasvase que demostraría que, efectivamente, nuestros gestores están por la pluralidad.

En Valencia, los tubos de escape taladran impunemente las avenidas de madrugada, los saraos falleros privados nos roban el sueño y el espacio, un estadio lleno colapsa media ciudad y raro es el barrio donde la noche transcurra sin el sobresalto de alguna mascletà, varios dramáticos frenazos o la murga espasmódica que emiten todo tipo de alarmas.

Teresa y Jordi deben recobrar la calma en su casa de Velluters. Pero también tendría gracia que la ley sólo se aplicara para clausurar un espacio donde se respira libertad.

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