Editorial:

Respeto institucional

El euskobarómetro de mayo viene a confirmar un carácter tan irreductiblemente plural de la sociedad vasca que debería hacer reflexionar a todos. La sociedad vasca está fragmentada en sentimientos de pertenencia muy diversos: un 33% se consideran vascos y españoles por igual; un 25% se sienten más vascos que españoles; un 6% se ven más españoles que vascos; un 29% se sienten sólo vascos y un 4% se consideran sólo españoles.

Sin olvidar la distorsión que supone la presencia de la violencia de ETA a la hora de pronunciarse políticamente, la pluralidad de respuestas que la ciudadanía da a l...

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El euskobarómetro de mayo viene a confirmar un carácter tan irreductiblemente plural de la sociedad vasca que debería hacer reflexionar a todos. La sociedad vasca está fragmentada en sentimientos de pertenencia muy diversos: un 33% se consideran vascos y españoles por igual; un 25% se sienten más vascos que españoles; un 6% se ven más españoles que vascos; un 29% se sienten sólo vascos y un 4% se consideran sólo españoles.

Sin olvidar la distorsión que supone la presencia de la violencia de ETA a la hora de pronunciarse políticamente, la pluralidad de respuestas que la ciudadanía da a la articulación entre Euskadi y España indica que debería haber margen para el entendimiento y que no conducen a ninguna parte los proyectos reduccionistas y, por tanto, excluyentes. Que el 65% de los vascos esté insatisfecho con la democracia que tienen debería preocupar a ambas partes: al PNV, que gobierna en Vitoria, y al PP, que gobierna en Madrid.

La mayoría de vascos considera que hay razones para mejorar el actual marco institucional. Pero a la hora de inclinarse por un modelo u otro, federalismo, autonomía e independencia se reparten las respuestas casi por igual. Aunque son mayoría (48%) los que están de acuerdo en la necesidad de superar el Estatuto, también una proporción similar (44%) piensa que la propuesta de Ibarretxe divide y desestabiliza a la sociedad vasca.

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Los vascos llevan años emitiendo señales sobre su pluralidad de fondo. Ni Ibarretxe ni Aznar parecen querer entenderlo. La decisión de Aznar de excluir al lehendakari de su ronda de entrevistas con todos los presidentes autonómicos es una muestra más de la incapacidad del presidente del Gobierno para distinguir entre sus obligaciones institucionales y sus estrategias políticas. Aznar, que ha tenido el coraje de limitar voluntariamente su tiempo de estancia en La Moncloa, actúa, en cambio, como si la presidencia del Gobierno fuese patrimonio suyo y como si desconociera que esta institución, por su carácter representativo de la totalidad del país, no puede excluir a nadie. Ibarretxe es el presidente de la comunidad autónoma vasca conforme a la Constitución y el Estatuto.

Aznar tiene todo el derecho a creer que las opciones políticas de Ibarretxe son nefastas para el País Vasco y para España y a llevar a cabo una estrategia dura de contención del nacionalismo vasco. Pero el presidente del Gobierno español no puede ignorarle por muy grandes que sean sus discrepancias. Es una falta de respeto institucional que sólo añade tensión a la tensión.

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