Una mujer pide a los jueces ser inseminada de su marido muerto

El esperma está congelado en el Instituto Nacional de Toxicología

Una mujer de 29 años, residente en Valencia, ha pedido permiso a un juez para ser inseminada de su marido, fallecido de muerte súbita mientras conducía. El juzgado que procedió al levantamiento del cadáver accedió a la extirpación de los testículos pero no al traslado a Valencia para la fecundación. Esos restos están en el Instituto Nacional de Toxicología, congelados, sin que se conozca el estado de conservación.

Fue el pasado lunes día 5 cuando C., de 29 años, residente en Valencia y que prefiere permanecer en el anonimato, presentó en los juzgados de la ciudad su solicitud para insem...

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Una mujer de 29 años, residente en Valencia, ha pedido permiso a un juez para ser inseminada de su marido, fallecido de muerte súbita mientras conducía. El juzgado que procedió al levantamiento del cadáver accedió a la extirpación de los testículos pero no al traslado a Valencia para la fecundación. Esos restos están en el Instituto Nacional de Toxicología, congelados, sin que se conozca el estado de conservación.

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Fue el pasado lunes día 5 cuando C., de 29 años, residente en Valencia y que prefiere permanecer en el anonimato, presentó en los juzgados de la ciudad su solicitud para inseminarse de su marido, fallecido de muerte súbita mientras viajaba al volante de su coche el 29 de febrero pasado en una carretera de Castilla-La Mancha. Los testículos del hombre, de 30 años, se encuentran congelados en el Instituto Toxicológico de Madrid.

La mujer solicita ahora que el Instituto Valenciano de la Infertilidad (IVI) pueda comprobar que el proceso de congelación fue el adecuado - no consta garantía alguna sobre el cumplimiento del protocolo de congelación- y pide que se le conceda la autorización necesaria para la fecundación.

C. e I., iniciales de ella y él, respectivamente, se casaron en Valencia en 1999. C., profesional relacionada con la sanidad, recibió fuera de Valencia la noticia de la muerte de su marido. Según fuentes próximas, fue su relación con la medicina la que hizo que, prácticamente en el mismo instante en que supo del fallecimiento, le viniera a la cabeza la manera de hacer viable la maternidad en la que ya estaban pensando ella y su marido.

Después de trasladarse al lugar de los hechos, y de acuerdo con los padres del fallecido -que la acompañaron en todo momento y desde el principio apoyaron la decisión-, la mujer solicitó al juez que permitiera la inmediata extirpación de los testículos y procediera a su congelación para una posterior inseminación. El juez consultó con el forense y como la operación no alteraba en nada el proceso y resultado de la autopsia, se efectuó. Esos restos estuvieron primero en el juzgado manchego y después fueron trasladados al Instituto Nacional de Toxicología, en Madrid, aunque siguen bajo la tutela del juez.

Pocos días después, la mujer pidió al juez que autorizara que los restos fueran trasladados a Valencia para comprobar en qué estado se encontraban y proceder a la inseminación. Pero el magistrado se negó, por entender que ese permiso debe ser solicitado por la vía civil. Una decisión compartida por el fiscal de dicho juzgado. Así pues, la mujer ha trasladado la petición a los juzgados de Valencia. En ella, la viuda urge al magistrado a que se pronuncie lo antes posible para comprobar que los restos testiculares fueron extirpados en las condiciones adecuadas -la duda radica en cómo ha podido afectar que transcurrieran al menos 12 horas entre la muerte y la operación- y que la congelación cumple con las exigencias. En la solicitud, la mujer adjunta una apreciación del IVI sobre la conveniencia de conocer esos datos.

La viuda, en su escrito judicial, pide ser inseminada de su marido fallecido y del que no consta un consentimiento previo. Para estos casos la ley de reproducción asistida prevé que el hijo que nazca no tenga los apellidos del padre.

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