Crítica:

El cofre de los secretos

José María Merino es un novelista que practica el arte de narrar, y a la vez teoriza sobre el mismo. Tiene tras de sí una abundante y excelente obra narrativa, en la que el elemento fantástico, lo extraño, la atracción y la seducción de lo secreto fecundan esa realidad que discurre por sus historias. Como ensayista, como antólogo, como prologuista, Merino ha mostrado siempre mucho interés por el relato. En esta novela -una magnífica, ambiciosa y conseguida reivindicación del poder seductor de la ficción, cómo nos alimentan las historias, cómo nos hacen vivir y nos permiten, a su vez, protagoni...

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José María Merino es un novelista que practica el arte de narrar, y a la vez teoriza sobre el mismo. Tiene tras de sí una abundante y excelente obra narrativa, en la que el elemento fantástico, lo extraño, la atracción y la seducción de lo secreto fecundan esa realidad que discurre por sus historias. Como ensayista, como antólogo, como prologuista, Merino ha mostrado siempre mucho interés por el relato. En esta novela -una magnífica, ambiciosa y conseguida reivindicación del poder seductor de la ficción, cómo nos alimentan las historias, cómo nos hacen vivir y nos permiten, a su vez, protagonizar otras historias, las de cada una de nuestras vidas- Merino ha mezclado, deliberadamente, sus dos capacidades, la práctica y la teórica, y el resultado conseguido ha sido, más que una novela convencional, una historia de historias, en las que éstas predominan sobre aquélla: la historia de alguien que va a heredar, a la muerte de la abuela, no un pedazo material de tierra, sino algo más valioso: los relatos, los secretos, los silencios de una familia que cubren, con sus relatos, secretos y silencios, todo un siglo, el XX.

EL HEREDERO

José María Merino

Alfaguara. Madrid, 2003

402 páginas. 18,50 euros

En este sentido, podría decirse que esta novela de Merino navega majestuosamente por el mar de la ficción un tanto escorada; da la impresión de que los árboles no permiten ver el bosque. Por supuesto, ésta podría haber sido la intención del autor y uno, como lector, así al menos la ha leído, y la ha disfrutado. Pablo Tomás, el heredero se adentrará en el laberinto de la memoria, buscará huellas en esa casa, la del paraíso de la infancia, a la que volverá, ya adulto, a recoger los últimos secretos de su abuela, la Buli, un personaje fascinante, como lo son varios más.

El poder de la narración, el contar modifica la realidad, la envuelve y la mezcla. Hay relatos que se enrollan como un ovillo. Esos relatos, esos secretos, esos silencios son las ruinas que quedan en pie de la casa devastada por el tiempo y por la Historia. Es ése el paisaje con el que se encuentra el heredero. Toda la historia tiene una mano de pintura metafórica, que permite mantenerla a la intemperie, soportar desdichas y tragedias y quizá sea esa casa de muñecas, que ha resistido un siglo y que aceptará, al final de la novela, su destino, su destrucción, la metáfora más evidente, el plano de irrealidad en el que uno puede construirse su vida, al margen de los sinsabores de la auténtica. Una casa de muñecas que, en un primer momento, según avanza el lector con el heredero, parece una historia intercalada, a la manera de los relatos clásicos; y ciertamente en esta novela hay muchas historias intercaladas, que son como retales, fragmentos, que el protagonista va encontrando en su busca y que dan una visión poliédrica, que acaba siendo circular, y esto me parece más discutible: pues por muchas casualidades que haya en la vida, no veo necesario que un siglo después el heredero acabe donde empezó el bisabuelo, viviendo ficciones similares aunque no igual de fascinantes.

José María Merino es autor de libros como 'La orilla oscura'.RICARDO GUTIÉRREZ

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