Columna

Suicidio popular

Lo más patético de esta historia no es que Aznar haya tomado la senda del suicidio político, sino que, con su autoritarismo e intransigencia, obligue a sus partidarios a compartir tan dramático destino. Una traslación fílmica del episodio nos situaría frente al escenario de esas aniquilaciones voluntarias de algunas sectas, tan incomprensibles como escalofriantes. Aznar ha hecho de sus errores, tesis oficiales; y de sus desvaríos, postrimerías. En las Azores consumó el culto de latría a Bush y lo veneró en una guerra injusta e ilegal. A partir de ese instante, dejaba a sus delfines una charca ...

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Lo más patético de esta historia no es que Aznar haya tomado la senda del suicidio político, sino que, con su autoritarismo e intransigencia, obligue a sus partidarios a compartir tan dramático destino. Una traslación fílmica del episodio nos situaría frente al escenario de esas aniquilaciones voluntarias de algunas sectas, tan incomprensibles como escalofriantes. Aznar ha hecho de sus errores, tesis oficiales; y de sus desvaríos, postrimerías. En las Azores consumó el culto de latría a Bush y lo veneró en una guerra injusta e ilegal. A partir de ese instante, dejaba a sus delfines una charca y a muchos de sus militantes un sentimiento de culpa. Pero la crueldad de las matanzas en Irak y la protesta creciente de la opinión pública, la denuncia y la crítica en las calles y en las imágenes, han alcanzado una presión tan insoportable, que cada día son más los que no pueden perseverar en la complicidad, y arrojan la toalla. Hay cosas que ni la disciplina ni aún la obediencia pueden digerir.

El ex ministro Manuel Pimentel, que demostró su sensibilidad y firmeza democráticas, no aceptó la solución del presidente del Gobierno. Pimentel es, sin duda, la personificación de esa derecha civilizada, sensata y dialogante, que este país necesita, y no la agusanada y abyecta derecha de Aznar. Tras Pimentel, el veterano Félix Pastor Ridruejo, que apeló a un "PP humanitario y cristiano", en sintonía "con las posiciones de Juan Pablo II". Después el diputado Jesús López- Médel, que mantiene su discrepancia con la guerra y prefiere la paz, antes que la seguridad. Y un goteo, cada vez más copioso, de ediles, entre los que se encuentra la concejala de Elche, María José Quero, quien ha manifestado: "Mi conciencia no me permite seguir representando a un partido que ha desoído las resoluciones de la ONU y a la mayoría de ciudadanos de este país". Argumentos que no se empañan con viscosas insinuaciones. La vuelta atrás es prácticamente imposible. La clientela puede ahora darle unas vacaciones a su voto, para permitir que algunos más puedan aún salvarse del suicidio.

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