Columna

Los vuelos de Wifredo Lam

La Fundación BBK de Bilbao muestran una treintena de dibujos del cubano Wifredo Lam (1902-1982) procedentes del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Lam tomó a Picasso como maestro a seguir, atraído muy en especial por las enseñanzas que le brindaron dos obras del autor malagueño, como son el Guernica y La alegría de vivir (la mayor pieza del período de Antibes), de 1937 y 1946, respectivamente. Más por la segunda que por la primera, para ser más precisos.

A partir de ahí, este artista hispanoamericano, hijo de padre chino y madre mestiza de origen af...

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La Fundación BBK de Bilbao muestran una treintena de dibujos del cubano Wifredo Lam (1902-1982) procedentes del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Lam tomó a Picasso como maestro a seguir, atraído muy en especial por las enseñanzas que le brindaron dos obras del autor malagueño, como son el Guernica y La alegría de vivir (la mayor pieza del período de Antibes), de 1937 y 1946, respectivamente. Más por la segunda que por la primera, para ser más precisos.

A partir de ahí, este artista hispanoamericano, hijo de padre chino y madre mestiza de origen africano, indio y europeo, vuela por su cuenta y hace volar los pájaros de su imaginación. En sus dibujos abundan variedades de aves y animales exóticos, entremezclados con dioses e imágenes surgidas de evocaciones africanas y oceánicas. No falta algún ribete del vudú antillano. Toda esa maraña imaginaria parece verse nimbada por una suerte de ensoñación surrealista.

Aunque en la exposición no haya óleo alguno, sabemos que el artista, aún procediendo de un continente de gran riqueza colorista, limitó voluntariamente su paleta a tonos apagados

para dotar al dibujo de un mayor protagonismo en sus obras.

Dentro del dibujo debe repararse en la importancia que presta a las líneas externas. Los contornos son para él la esencia de lo contado. En el interior se aloja la anécdota, la apariencia de lo simple o lo típicamente folclórico, sin que se corra el albur de llegar a confundir simplicidad con simpleza. Por el contrario, lo que atañe a la forma exterior quiere expresar el contenido de la fuerza vital del propio Wifredo Lam, además de su aspiración por conjugar al mismo tiempo la quietud del arco y la velocidad de la flecha.

En cuatro pasteles sobre papeles y un carbón y pastel, también sobre papel, se patentizan unos ritmos puntiagudos, hermosamente cruzados. Semejan cañas y floraciones afines de un mundo plástico que abstractamente lo relacionamos con planimetrías. Todo ello salpicado por unos colores suaves y templados.

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Por si vale como dato curricular, recordamos la existencia de obras de Wifredo Lam en las paredes de los más acreditados museos del mundo.

Viajero impenitente, lebrel verdegay insular, sobre su arte han trazado los mejores néctares escritos firmas de probado relieve, tales como André Breton, Michel Leiris, René Char, Philippe Soupault, Césaire Aimé, Edmundo Desnoes o Alejo Carpentier, entre otros. Todos los cuales escribieron al compás del gorjeo de los mejores pájaros de Wifredo Lam.

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