La UE sostiene que fue Israel quien espió a media docena de países en la sede del Consejo

El Ejecutivo investiga a las empresas que participaron en la construcción del edificio

Los responsables de seguridad del Consejo de la UE y de la Comisión Europea aseguran que los servicios secretos israelíes se han beneficiado del espionaje al que han sido sometidas, desde hace al menos ocho años, media docena de delegaciones de distintos países -entre ellos España- en el edificio del Consejo. Fuentes oficiales de ambas instituciones afirman haber "comprobado" que las conversaciones de los miembros de las delegaciones eran grabadas en una oficina próxima al edificio. "Es una empresa israelí", señala un alto funcionario de uno de los países espiados.

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Los responsables de seguridad del Consejo de la UE y de la Comisión Europea aseguran que los servicios secretos israelíes se han beneficiado del espionaje al que han sido sometidas, desde hace al menos ocho años, media docena de delegaciones de distintos países -entre ellos España- en el edificio del Consejo. Fuentes oficiales de ambas instituciones afirman haber "comprobado" que las conversaciones de los miembros de las delegaciones eran grabadas en una oficina próxima al edificio. "Es una empresa israelí", señala un alto funcionario de uno de los países espiados.

Si los ministros de Exteriores criticaban en privado a Israel, su embajador se quejaba

"Todos sabíamos que esta casa es de cristal y que los teléfonos no eran fiables", ha comentado uno de los embajadores de los países afectados: Alemania, Francia, Reino Unido, España y Austria, si bien las primeras informaciones incluyeron también a Italia. Estas delegaciones han sido sometidas a un espionaje permanente al menos desde 1995, año en que fue inaugurado el Justus Lipsius, el principal edificio de las instituciones europeas en Bruselas y en el que se celebran la mayoría de las reuniones de los consejos de ministros y algunas cumbres europeas.

Para obtener las grabaciones, afirman fuentes oficiales de los países afectados, los espías utilizaban dos tipos de sistemas; uno con micrófonos "incrustados en el cableado de comunicaciones" para las líneas telefónicas y otro con micrófonos que se activaban automáticamente cuando en el local se producía cualquier tipo de ruido o sonido. Con este método se grababan también las reuniones en las salas que cada delegación de los Quince tiene en la planta séptima del edificio.

La mayoría de los micrófonos fueron instalados en el falso suelo de los locales, donde está todo el cableado. Por eso, los investigadores dedujeron que estaban allí desde la inauguración del edificio. Cada delegación dispone en el Consejo de un despacho, una sala de reuniones, un local para los funcionarios y otro para las secretarias. El despacho es utilizado por los embajadores y los ministros para consultas a las capitales y a veces también por los primeros ministros para entrevistas bilaterales o reuniones con sus más directos colaboradores.

Por tanto, los beneficiarios del espionaje "han podido disponer de informaciones muy valiosas", no sólo en el terreno político sino también en el comercial. "Quienes lo montaron lo hicieron con intenciones hostiles", asegura el Consejo de la UE.

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Los micrófonos fueron encontrados el 28 de febrero, pero no en un "barrido habitual", como se dijo inicialmente, sino porque los técnicos de comunicaciones detectaron que alguna línea telefónica sufría "anomalías". Fue después cuando descubrieron el primer micrófono. "Estaba incrustado en el cableado de comunicaciones", ha contado un encargado de seguridad.

En lugar de retirarlos, los investigadores dejaron los dispositivos en su sitio y, tras informar a los embajadores de los países afectados, siguieron el rastro de las emisiones de esos micrófonos para encontrar el lugar en el que se producían las grabaciones. Las conversaciones se registraban "en un local situado a menos de un kilómetro".

Los especialistas, en contacto con los servicios de seguridad de los países espiados, investigan a las empresas que entre 1988 y 1995 participaron en la construcción del edificio, especialmente a las que instalaron los sistemas de comunicaciones. Fuentes de la Comisión aseguran que una de estas constructoras tenía relación directa con Israel: "Era una empresa belga, pero penetrada por los servicios secretos". Diplomáticos israelíes en Bruselas han negado cualquier vinculación y afirman que ninguna empresa de su país ha participado en las obras del edificio.

Un mes después de descubiertos los sistemas de escucha, aún no se ha presentado la denuncia correspondiente ante la justicia belga. "Hay que pedir responsabilidades y dar un escarmiento", ha dicho una fuente oficial española. En el Consejo tienen el convencimiento de que, por lo menos, los espías no han podido tener acceso a lo que ocurre en otro edificio próximo al Justus Lipsius en el que desde 2001 funciona el Comité Militar de la UE. Allí se gestiona toda la información reservada que llega de la OTAN, organización que había exigido a la UE que construyera un edificio "seguro" porque no confiaba en el Justus Lipsius.

Un alto funcionario del Ejecutivo comunitario afirma que, pese a la detección de los micrófonos, en la sede de la Comisión aún no se ha hecho un rastreo detallado para comprobar si hay sistemas similares. "Además, no tenemos medios para hacerlo", añade, tras recordar que en los despachos del Ejecutivo se debaten en ocasiones asuntos comerciales o de competencia, como las fusiones, en los que las grandes empresas se juegan miles de millones de euros.

Otro funcionario del área de Relaciones Exteriores de la Comisión asegura que tanto él como sus colegas han comprobado con estupor, en varias ocasiones, que autoridades israelíes conocían con detalle decisiones o nombramientos del Ejecutivo comunitario a los pocos minutos de ser tratados. Recuerdan, por ejemplo, que en una entrevista a comienzos de los noventa entre Jacques Delors, ex presidente de la Comisión, y Simon Peres, ex ministro israelí de Exteriores, éste hizo comentarios positivos sobre un borrador del acuerdo de asociación UE-Israel que sólo había sido manejado en un círculo muy reducido.

El presidente de la Comisión, Romano Prodi, contó el año pasado que, nada más acabar algunas reuniones de consejos de ministros de Exteriores en las que criticaba las posiciones de Israel, recibía una llamada de queja del embajador israelí en Bruselas.

"Buenos días, Ibrahim", bromeaban algunos funcionarios de Exteriores al entrar en sus despachos, en referencia al nombre de un alto funcionario israelí destinado en la capital belga y convertido después en uno de los máximos responsables del servicio secreto israelí (Mosad).

Vista general del edificio Justus Lipsius, sede del Consejo Europeo de la UE en Bruselas.ASSOCIATED PRESS

El precedente de Echelon

Los servicios de seguridad de las instituciones europeas han descubierto por vez primera micrófonos ocultos en sus sedes, pero su preocupación por las escuchas ilegales o el espionaje viene de lejos. En septiembre de 2001, y tras meses de trabajo, el pleno del Parlamento Europeo aprobó por mayoría (367 votos a favor y 159 en contra) un informe en el que se dio por sentada la existencia de Echelon, la red mundial de espionaje que teóricamente tiene capacidad para interceptar tres millones de comunicaciones por minuto.

Echelon nació durante la guerra fría. Sus socios son Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Cuenta con datos recogidos por 120 satélites espía y su capacidad técnica incluye la interceptación de todo tipo de mensajes transmitidos por vía satélite. Al elaborar el informe de la Eurocámara, sus autores recogieron testimonios de compañías europeas que denunciaban haber sido espiadas. El caso más conocido fue el de Airbus, que aseguró haber perdido un contrato de 6.000 millones de dólares con el Gobierno saudí, que optó por la compañía estadounidense Boeing y McDonnell Douglas gracias a información desde Echelon.

Los servicios de seguridad de las instituciones europeas también creyeron haber descubierto a finales de la pasada década otro extraño caso que les llamó poderosamente la atención: unos técnicos ligados a la Administración australiana lograron acceder a la red informática de la ONU utilizando como "puente" la red informática de la Comisión.

El caso nunca fue aclarado.

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