Columna

Prisas

Nunca fueron buenas consejeras. Pero es algo que no entienden ni Aznar ni Bush. Nos metieron en la guerra. Morón y Rota, en Andalucía, pagan las prisas. Y los soldados españoles que van en acciones humanitarias, dice Aznar. No dieron tiempo a la paz. Los señores de la guerra abrieron la muerte y la destrucción. Y prisas para intentar explicar lo que no tiene explicación. Javier Arenas no las tiene. Prefiere mirar atrás y recordar a González y la utilización de las bases de Morón y Rota. Arenas explica sin explicar, porque le faltan las razones. Aznar, con sus prisas por entrar en la historia, ...

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Nunca fueron buenas consejeras. Pero es algo que no entienden ni Aznar ni Bush. Nos metieron en la guerra. Morón y Rota, en Andalucía, pagan las prisas. Y los soldados españoles que van en acciones humanitarias, dice Aznar. No dieron tiempo a la paz. Los señores de la guerra abrieron la muerte y la destrucción. Y prisas para intentar explicar lo que no tiene explicación. Javier Arenas no las tiene. Prefiere mirar atrás y recordar a González y la utilización de las bases de Morón y Rota. Arenas explica sin explicar, porque le faltan las razones. Aznar, con sus prisas por entrar en la historia, con sus delirios de grandeza, nos ha metido donde no queremos. Él sabrá.

Anoche, miles de andaluces, en las plazas y las calles, con la frustración y la tristeza marcando sus rostros, encendían velas de esperanza en la convocatoria hecha por el foro social contra la guerra. Anoche, otra vez en las calles, a la intemperie, para el vano intento de que se detenga el ataque al pueblo de Irak. Y por todas partes, prisas. O al menos eso me parece a mí. Por ejemplo: la prevista puesta en escena mañana del Palacio de Ferias de Málaga. El alcalde malagueño Francisco de la Torre, inasequible al desaliento, armado de sus propias razones, dice que no pasa nada, que a empezar y hasta convoca al pueblo de Málaga a una visita de puertas abiertas. Todo vale en campaña. Hasta esa publicidad que saca de las casillas a miles de conductores, atrapados en un infernal tráfico, escuchando que la política municipal es para quitarse el gorro en materia de tráfico y aparcamientos. Y menos mal que alguien tuvo que calmar las ansias de propaganda del propio alcalde que en las cuñas, después de cantar éstas y otras excelencias, aparecía como el libertador de los problemas que aquejan a los malagueños.

Y por las prisas, Jesús Caldera no pudo asistir a la puesta de largo de Marisa Bustinduy en la alcaldía de Málaga. Estaban, sin embargo, todos. Los socialistas malagueños han cicatrizado heridas de años. Asenjo, Sanjuán, Linde. Oliva, Fraile, Pendón. Y dominando la escena, el que fuera eterno alcalde de Málaga, Pedro Aparicio. Bustinduy ya puede apuntarse el primer tanto. El siguiente no parece tan utópico.

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